sábado, 31 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de... Marisa Naranjo y las campanadas de 1989

 Parece que debe felicitarse el año y esas cosas que hace la gente normal

  Qué mejor, entonces, que recordar otro fin de año como fue el impresionante fallo de la presentadora Marisa Naranjo al presentar las campanadas que habrían de dar paso al año 1990. En una época en la que todavía no existían las cadenas privadas y sólo existían La 1 y La 2 de Televisión Española, toda España vio estas campanadas y toda España se quedó sin comer las llamadas "uvas de la suerte" (que de suerte no traen nada) porque, según la presentadora, la retransmisión estuvo mal organizada por el equipo de Televisión Española, sin acceso a un balcón desde el que poder ver el reloj ni oírlo. Notarán ustedes que el sonido es totalmente diferente, los cuartos a las campanadas, dice, cuando todos los españoles estaban en sus casas viendo (y escuchando) cómo las campanadas sonaban. 

  La tensión se puede sentir en la voz de la presentadora cuando se da cuenta de que las campanadas ya han pasado. En años sucesivos muchos presentadores se han equivocado, algunos de los cuales con la sospecha de que lo hicieron a propósito (véase Carmen Sevilla, de quien ya nadie cree que sea tan olvidadiza si no es actuando, y que felicitó 1964 en lugar de 1994, entre otras lindezas de la retransmisión)y otros como Irma Soriano, a quien nadie hizo caso. 

  Pero el día 1 de enero de 1990 media España quería linchar a Marisa Naranjo y la otra media recoger los despojos y quemarlos. La presentadora pidió disculpas, pero eso no impidió que su carrera cayera en picado y nunca remontara.

  A pesar de todo, demuestra tener mucho sentido del humor para reírse de sí misma cuando se ofreció a presentar ayer las pre-campanadas de la cadena Neox y con el falso documental paródico que la misma cadena le dedicó a ella y a sus malogrados quince minutos de fama (y que a tenor de los comentarios, muchos parecen tomarlo en serio). Dicho programa "Feliz Año Neox", fue menos gracioso de lo que sus responsables hubieran querido, casi parecía un anuncio alargado de una empresa de telefonía móvil. El único aliciente era ver a la en tiempos todopoderosa presentadora volver al lugar de su desgracia y su ejercicio de exorcismo.

  Como ya he dicho, no creo en la uvas de la suerte, cuya falibilidad he comprobado en numerosas ocasiones. Si debo creer en alguna de las supersticiones relativas a la Nochevieja, es la que dice que así como se pasen los últimos instantes del año que se va, así será el año que entra. Este convencimiento viene de la Nochevieja del año pasado en que volví a oír esta máxima y poco después, en una plaza de un minúsculo pueblo mexicano, una paloma me cagó encima, y me pasé el minuto previo a las doce campanadas quitándome la mancha. Y debe de ser verdad esto, porque gran parte de este año lo he pasado en la mierda.
  
  Ciertamente, no voy a hacer nada especial para celebrarlo ni pienso en mis propósitos de año nuevo. Sucesivas decepciones me han hecho ver que los años vienen como les da la gana. El truco está en encararlos vengan como vengan, con sus cosas buenas, su cosas maravillosas, sus cosas malas y sus cosas horrorosas. Es más fácil decirlo que hacerlo. Lo de encarar, digo, y bueno, todo en general. No voy a echar de menos este año, pero es indudable que ha sido uno de los más intensos y más importantes de mi vida, de los que provocan cambios de rumbo, si es que hay rumbo.

  Aun así, feliz año nuevo, por mor de las buenas maneras y porque desear la felicidad no cuesta nada. Hasta mañana.  




P.S.: Y si su año ha sido malo, háganle un corte de mangas justo después de beberse el cava. Mi madre lo hizo para despedir el 2005.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de esa escena de... Precious (Lee Daniels, 2009)

   De nuevo "spoilers". 

  La escena que viene a continuación es larga, pero merece verse cada segundo de ella. Es la escena cumbre de esta dura película, y se basa casi por entero en uno de los monólogos más brutales y estremecedores del cine reciente, con una portentosa interpretación de Mo'nique, actriz cuya infancia también estuvo marcada por los abusos y los malos tratos y que ganó un merecido Oscar a la mejor actriz de reparto por este papel. Si no me creen, vean.

  La escena también tiene otro importante punto a destacar, pues consiguió lo imposible: que Mariah Carey interpretase sin dar vergüenza ajena. Es más, que actuase hasta bien.

  La escena se encuentra en el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=L26bnfsPb2A




domingo, 25 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de esa escena de... Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1990)

  La Navidad es para los niños. Cuando uno se hace adulto, empieza a acordarse de otros tiempos y otras Navidades y de los que estaban en esos otros tiempos y ya no están. Además, en Navidad parece que ser feliz es una obligación. Los niños nunca se sienten obligados a ser felices. Lo son o no lo son.

  Algo de esto transmite también esta película. Que la Navidad puede ser también una época triste, tan triste y tan feliz como lo puede ser cualquier otra época del año. Que quizá no comulgar con el espíritu general de la Navidad nos haga sentir raro, pero que a poco que investiguemos, veremos que el mundo está lleno de gente rara.

  Feliz Navidad a todo los raros.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de... Mi abuela y Susan Sontag


  No, mi abuela no era Susan Sontag. A mi abuela la conocí, a Susan Sontag, no.
  
  Hace justo hoy cinco años que mi abuela murió. El día del Gordo, el cumpleaños de Natalia Sabater. Dentro de seis días se celebrarán siete años de la muerte de Susan Sontag, que, curiosamente, nació el mismo día que yo, unas cuantas décadas antes.

  Susan Sontag murió con 71 años. Mi abuela a los 75. Susan Sontag era famosa, aunque muchos no la conocieran, mi abuela entre ellos. Mi abuela no era famosa, pero en su barrio la conocían muchos.

  Ambas murieron de lo mismo. Mi abuela después de seis meses. Susan Sontag después de varios años.

  Mi abuela fue incinerada. Parte de sus cenizas fueron esparcidas en el Camp Nou cuando el Barça celebró la triple victoria en la Copa del Rey, la Liga y la Champions. Le habría encantado.

  Susan Sontag fue enterrada en el cementerio de Montparnasse en París. Al entierro de Susan Sontag acudió gente como Patti Smith, Salman Rushdie e Isabelle Huppert, entre otros.  Yo viví un año en París. Tres días después de llegar fui a ver una exposición retrospectiva en la Maison Européenne de la Photographie sobre Annie Leibovitz. 

  Susan Sontag y Annie Leibovitz fueron amantes durante dieciséis años y la naturaleza de su relación no quedó aclarada hasta la muerte de Sontag. Mi abuela estuvo casada más de cuarenta años. Luego enviudó y tuvo algunos novios con los que se iba a bailar.

  Una de las fotografías de la exposición era ésta de Susan Sontag, y algunas más, sacadas durante los últimos meses de su enfermedad. En el salón de mi casa tenemos una fotografía de mi abuela dentro de un marco verde pistacho. Sonríe mientras guiña un ojo a cámara. Tiene los labios pintados de rojo intenso. En el reverso escribió: Para mis hijos y nietos con todo el amor de una madre y abuela. María. Un autógrafo. Ella siempre pensó que su destino era el de ser una estrella de cine.

  Mi abuela llevaba una permanente voluminosa que le formaba rizos imposibles en el pelo, teñido de rubio platino. Era su rasgo físico más reconocible. Susan Sontag tenía una larga cabellera negra tan sólo perturbada por un mechón de pelo blanco que le salía de la frente. Era su rasgo físico más reconocible.

  El día que murieron ni la una ni la otra tenían ese rasgo. Las dos tenían el pelo corto, muy corto, y blanco. Y seguían siendo guapas y reconocibles pese a todo.

  La fotografía de Annie Leibovitz retrata perfectamente a Susan Sontag como sólo una gran fotógrafa puede hacerlo, capturando el alma del retratado, como sólo un amante puede hacerlo. La fotografía de mi abuela también la retrata perfectamente, captura su alma, porque no era difícil retratar el alma de mi abuela.

  En esa foto, Susan Sontag sabía que iba a morir. Tarde o temprano, pero ya sabía qué es lo que la iba a matar. Y tiene la mirada serena. Mi abuela no lo supo, porque no quería saberlo. Pero se fue serena, de todas formas.

  Dos mujeres diferentes que no tienen nada entre sí, salvo para el nieto de una, que cuando ve esa fotografía de una de ellas tomada por su amante se acuerda de su abuela, y de su pelo blanco y corto. Y de su pelo largo y rubio platino.



domingo, 18 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de esa escena de... J'ai tué ma mère (Xavier Dolan, 2009)

  Xavier Dolan es un canadiense tres años menor que yo y que ya ha dirigido, escrito, producido e interpretado tres películas y ganado tres premios en Cannes, además de ser preseleccionada por Canadá para competir en los Oscar con la primera, "J'ai tué ma mère" ("Yo maté a mi madre") que estrenó apenas cumplidos los 20. Bastantes motivos para que uno se agarre una depresión, excepto él, claro.
  
  El chico tiene talento. Escribe bien, con garra y energía y rabia juveniles pero también con profundidad. Tiene un original sentido estético y buen oído para los extractos musicales que incluye en sus cintas. Eso no quita (o quizá sea precisamente por eso)que tenga toda la pinta de ser insoportable, tanto en sus películas como en la vida real: con ese pelazo tan trendie, esos humos subidos, esa tendencia a gritar como un histérico y tanto empeño que parece tener en ir de moderno a toda costa por la vida uno no sabe si abrazarle por las hostias que le van a caer en su futuro personal o dárselas uno mismo todas juntas, en la boca. Dan más ganas de lo segundo, la verdad.
  
  En esta escena, que se desarrolla a partir del minuto 7:40, nos encontramos con una agria discusión entre madre e hijo donde este último le escupe todas las verdades a la cara, para terminar dirigiéndole una pregunta demoledora: 
 "¿Qué harías si me muriera hoy?"
  La respuesta de la madre es conmovedora. 
  
  La película es semiautobiográfica, contando la difícil relación de amor odio entre una madre y su hijo, que acaba por ser una declaración de amor filial, si bien a su pesar. A la pregunta de si a la madre del susodicho Dolan le había gustado, éste contestó: "Por supuesto que no".


viernes, 16 de diciembre de 2011

EL FUTURO (Gafapasta sin lentes)



Título original: The future. 
Dirección y guion: Miranda July. 
Año: 2011. 
Duración: 91 min.
Interpretación: Hamish Linklater (Jason), Miranda July (Sophie), David Warshofsky (Marshall), Isabella Acres (Gabriella), Joe Putterlik (Joe), Angela Trimbur. 

  En las últimas semanas he visto a un par de chicas llevando enormes gafas de concha. Hasta ahí, todo bien, yo también soy miope. El matiz viene después: ninguna de las gafas de las chicas llevaban cristales. Quizá yo soy un viejo prematuro. Quizá no tengo idea de moda (que me da lo mismo, dicho sea de paso). Quizá eso sea lo más cool en tendencias. Pero llevar unas gafas sin lentes me parece una imbecilidad. Si me dijeran que la directora Miranda July hace lo mismo, lo creería. Porque ella y su película son de lo más "cool" que he visto últimamente.
  
  Al verla, sentía que estaba perdiendo el tiempo. Pocas veces me ha ocurrido esto. Lo peor es que fui a verla con ilusiones. Uno ve el tráiler y piensa que va a ver una bonita comedia romántica, quizá algo disparatada, pero diferente y refrescante. Pero pasan los minutos y no sientes ninguna empatía por los personajes: Sophie y Jason, una pareja de treintañeros inmaduros a los que se les viene el mundo encima cuando deciden adoptar un gato (!). Sintiendo la inminecia de la muerte, él decide ir en busca de su destino y ella, enrollarse con un hombre de 50. Recordaban un poco a los personajes de Woody Allen, esos burgueses que se complican la vida con infidelidades y neuras inexistentes por una única razón: están aburridos. Con la excepción de que uno sí siente que Woody Allen le está contando algo valioso. 
  
  Empatizamos más con Jason y suyas son las mejores escenas de la película, aquellas en las que  para el tiempo y habla con la luna y se enfrenta con el mar -un momento francamente inspirado-, pero el metraje más bien parece una acumulación de piezas de videoarte, algunas estimulantes y otras, pura tomadura de pelo. Y eso que en cuanto a dirección, música y fotografía la película es más que digna, pero la soterrada pretenciosidad de la propuesta hace que no lo disfrutes, salvo algunos puntuales momentos de humor que conforme avanzan los minutos desaparecen. En cuanto a Sophie/Miranda, el crítico David Bernal la define en una brillante  reflexión filosófica: "Lo bueno de "El futuro" es la autoinmolación de Miranda July al confirmar que toda moderna anhela ser follada por un garrulo/macho alfa".
   
  La revista Time la ha elegido en el puesto número 7 de una lista de las 10 peores películas del 2011, junto a joyas como "Amanecer" y "Sucker Punch", que por lo menos no pretenden ser más de lo que son. Me dicen que la primera y premiadísima película de la directora, "Tú, yo y todos los demás" es buenísima, mucho mejor que ésta. Me lo creo.


  Véanla si quieren y disfrútenla si así lo sienten. Cada cual tiene sus imbecilidades, y el derecho a pensar que no lo son.


jueves, 15 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de esa escena de... Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963)

    Una de las mejores películas del maestro Hitchcock, buena muestra del hábil y sabio uso del suspense, creando una sensación desasosegante con una sucesión de planos que varían de manera sutil pero inquietante y una cancioncilla infantil transformada en elemento perturbador mostrando en todo momento como futuribles víctimas a los niños de la escuela vecina que se preparan para salir (y con ello la sensación de amenaza y peligro), pero sin mostrarlos en pantalla. 


 

  
  Se ajusta perfectamente a la máxima que él mismo formuló al referirse al suspense, en la célebre conversación-entrevista que dio a Truffaut: 
La diferencia entre el suspense y la sorpresa es muy simple y hablo de ella muy a menudo. Sin embargo, en las películas frecuentemente existe una confusión entre ambas nociones.
Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy anodina, no sucede nada y de repente: bum, explosión. El público queda sorprendido, pero antes de estarlo se le ha mostrado una escena completamente anodina, desprovista de interés.

Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que el anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa en la escena. Tiene ganas de decir a los personajes que están en la pantalla: "No deberías contar cosas tan banales; hay una bomba debajo de la mesa y pronto va a estallar". En el primer caso, se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince minutos de suspense. La conlusión de ello es que se debe informar al público siempre que se puede, salvo cuando la sorpresa es un "twist", es decir, cuando lo inesperado de la conclusión constituye la sal de la anécdota.

  Como curiosidad, esta secuencia se describe plano a plano en la página 77 de la ¿novela? de Agustín Fernández Mallo "Nocilla Dream".



martes, 13 de diciembre de 2011

UN DIOS SALVAJE (Tu quoque)



Título original: Carnage. 
Dirección: Roman Polanski 
Año: 2011.
Duración: 79 min. 
Interpretación: Jodie Foster  (Penelope Longstreet), Kate Winslet (Nancy Cowan), Christoph Waltz (Alan Cowan), John C. Reilly (Michael Longstreet). 
Guion: Roman Polanski y Yasmina Reza; basado en la obra teatral homónima de Yasmina Reza. 


  Consultemos la Wikipedia, que para eso está: 
Se denomina tu quoque (locución latina que significa ‘tú también’) al argumento que consiste en rechazar un razonamiento, o considerarlo falso, alegando la inconsistencia de quien lo propone. Es, por tanto, una variante de la falacia ad hominem, o de la falacia ad personam (cfr. Perelman) o ataque personal, mediante la cual se procura demostrar que una crítica o una objeción se aplica igualmente a la persona que la realiza, rechazándola sin entrar a analizarla. Así la persona pierde credibilidad al ser presentado como un hipócritaTu quoque es el comienzo de la célebre exclamación tu quoque, fili mi! (‘¡Tú también, hijo mío!’)de Julio César cuando vio que, entre los conjurados, Bruto, su protegido, también empuñaba el puñal para asesinarlo (15 de marzo del 44 a. C.) 
  Todo esto para decir que esta película, la última del director Roman Polanski y la primera tras su arresto domiciliario, trata sobre la hipocresía y los hipócritas. 

  Dos niños de unos once años se enfrentan con violencia en un parque. Labios hinchados y algún diente roto. Los padres de la “víctima” han invitado a su casa a los padres del “matón” para resolver el conflicto. Lo que comienza siendo una charla con bromas y frases cordiales, adquiere un tinte más violento a medida que los padres van revelando sus ridículas contradicciones y grotescos prejuicios sociales.

  En efecto, las dos parejas protagonistas se creen el summum de lo cívico y respetuoso, no hay nadie más educado y tolerante que ellos. Pero, sin saber muy bien cómo ni por qué, los resortes sociales acaban por ser destrozados gracias a una estructura dramática perfecta que va in crescendo y terminan por mostrar su verdadera cara, todos y cada uno de ellos, y no les gustará ni a ellos ni a los otros. Mirarse al espejo es lo que tiene. 

  Se ha dicho que esta película es una muestra más de la genialidad de Polanski. Polanski es genial, eso es cierto, pero no todo lo que hace tiene por qué serlo. La película es buenísima, ácida y crítica, despiadada, se disfruta cada minuto, pero no se ve a Polanski, podría ser obra de cualquier otro buen director. No es un reproche, es que con semejante texto teatral del que partir, obra de la mayúscula Yasmina Reza de solvencia más que probada, y con semejantes y mayúsculos actores, era imposible hacerlo mal. El planteamiento espacio-temporal de la trama hace que se asemeje más al teatro filmado que a una película en sí. El goce es ver cómo esos actores desgranan sus líneas, disfrutando tanto como ellos. Se lo pasan bien y se nota. Todos están perfectos, no sobra ninguno. Destaca Christoph Waltz dando nuevos matices a su sempiterno personaje de malvado carismático, si bien aquí no se se le puede tratar de malvado en sentido estricto, tan sólo de gilipollas. John C. Reilly quizá sea el que menos destaca, pero si se le quitara de la ecuación, las cuentas no saldrían. Ver a Jodie Foster y Kate Winslet perder los nervios es algo que merece ser visto una vez en la vida. La Winslet tiene el papel que depara más momentos cómicos (exceptuando el magnífico gag recurrente del móvil de Christoph Waltz, al que se han reservado las mejores frases), mientras que a Jodie Foster le ha tocado en gracia el personaje que peor cae de todos, con todo el mérito que eso conlleva en un reparto repleto de personajes antipáticos. Su acongojada frase "Yo pienso mucho en África" llena de vanidosa dignidad, es uno de los momentos interpretativos del año.

  Véanla. El ego no se lo agradecerá, pero, ¿y lo a gusto que se van a quedar?




lunes, 12 de diciembre de 2011

JUNTOS, NADA MÁS (Mientras afuera llueve)


Título original: Ensemble, c'est tout
Dirección: Claude Berri
Año: 2007
Duración: 97 min.
Interpretación: Audrey Tautou (Camille), Guillaume Canet (Franck), Laurent Stocker (Philibert), Françoise Bertin (Paulette).
Guión: Claude Berri; basado en el libro homónimo de Anna Gavalda.


  Sucede que a veces uno no quiere que en el cine le digan verdades ni que le hagan replantearse su existencia; tan sólo desea que le hagan pasar un rato agradable mientras afuera llueve. A fin de cuentas, ésa es la verdadera razón de ser del cine (y de la literatura); si bien se presta como  cauce para la expresión y difusión de inquietudes.  Pero uno no siempre tiene cuerpo para ver a Godard. En ese caso, “Juntos, nada más”, es la película adecuada.

  Cuatro personajes solitarios arrastran por París sus vidas marcadas por la mala relación con sus familias. Será el encuentro entre Camille, joven limpiadora aficionada al dibujo, y Philibert, vendedor de postales aristócrata y tartamudo, el que entrelazará sus vidas cuando ella vaya a vivir con éste y su malhumorado amigo cocinero Franck, y conozca a la abuela este último, Paulette. La nueva situación hará que establezcan entre ellos unas relaciones de amor y amistad que les reconciliarán con la vida.

  Ganadora del premio del público en la Seminci, estamos ante una cinta sencilla y ligera, lo que no es sinónimo de mala película. No es un film original (de hecho, es muy predecible), pero desde la primera secuencia logra su objetivo principal: provocar la sonrisa y emocionar sin aspavientos. La historia transcurre con una cadencia delicada y fluida, sin complicaciones (lo que contrasta con las casi seiscientas páginas de la novela homónima en la que se basa), siendo el buen trabajo del reparto su principal valedor: los actores dotan a sus personajes de una sinceridad que impregna sus relaciones.

  Destaca Françoise Bertin como adorable abuela, protagonista de un bello desnudo. Guillaume Canet interpreta a su nieto con sensibilidad, a pesar de lo tópico del personaje. Su amigo Philibert (interpretado por un fantástico Laurent Stocker), se descuelga de la historia principal, pero es quien ofrece las escenas más divertidas (atención a las sesiones con el logopeda). Y llegamos a Audrey Amélie Tatou y a su presencia frágil pero contundente, y a sus ojos. Y constatamos que es una actriz de un único personaje que, eso sí, interpreta muy bien.

  Se agradece, en fin, una película leve en la que pensar mientras nos enfrentamos de nuevo a la lluvia.



viernes, 9 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de esa escena de... Amor a quemarropa (Tony Scott, 1993)

Dedicado a Kika Quintana

[Escribo desde un ordenador extranjero, por lo que no habra tildes en lo que voy a escribir. Me veo obligado a anunciarlo aun sabiendo que mucha gente no se daria cuenta; soy de la LOGSE y se de lo que hablo.]

  Uno de los pocos casos en que para hablar de un film se refiere uno a su guionista y no a su director, Amor a quemarropa tiene uno de los mejores dialogos de la historia del cine, disfrazado de monologo de Dennis Hopper acerca la historia de Sicilia y los sicilianos y que no es sino el insulto final de un hombre que sabe que va a morir pero se asegura de que su asesino, mafioso profesional y siciliano, no se olvide de su cara, y no ser asi un muerto mas en la lista del mafioso, ganandose la admiracion y el respeto del tipo, en una especie de rara concepcion del honor entre caballeros tan del estilo de Tarantino, cuya impronta se aprecia tambien en lo aparentemente trivial del dialogo y en la naturalidad de sus actores, que estan disfrutando a lo grande de sus lineas. Una leccion de interpretacion de Chritopher Walken y Dennis Hopper.


P.S.: como curiosidad, indicar el extraordinario parecido de la conocida musica de este film, compuesta por Hans Zimmer y de Malas Tierras de Terence Malick, dirigido en los setenta. En la red se puede encontrar una buena comparativa (y no solo de musica) entre ambas cintas.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de... El peor retrete de Escocia

[NOTA: Este artículo se publicó el 12-12-2008 en la sección de Vida Urbana del periódico digital Soitu.es, relativo a la ciudad de Edimburgo (Escocia)]


  Hay libros que pertenecen a ciertas ciudades sin las cuales no habrían sido escritos; por eso se dice que, si Dublín fuera destruida, se la podría reconstruir tomando como única guía Dublineses, de James Joyce. Si la Old Town (Ciudad Vieja) de Edimburgo tiene su equivalente literario en 'El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde' (sí, ya sé que la acción del libro transcurre en Londres, pero cuando uno se pasea por el callejón de Advocate’s Close en una noche de lluvia y bruma comprende de dónde sacó Robert Louis Stevenson —que era edimburgués— la inspiración), el barrio de Leith se erige como protagonista de 'Trainspotting', la célebre novela de Irvin Welsh que conmocionó a la sociedad escocesa.


Leith from Calton Hill, por Joaquín Vilas. (Panoramio)

  Welsh, que se crió en la zona más degradada de este barrio obrero vertebrado por la calle de Leith Walk, hablaba en su novela semiautobiográfica de la juventud escocesa de los 90, desorientada y sin expectativas de futuro, que se entregaba a la heroína en una ciudad con elmayor índice de drogadicción y sida de Europa. Sus personajes apenas salen del barrio, ni pisan el Old ni el New Town, donde hay calles como Rose Street, que "sólo es para turistas y maricones". Forman parte de esa población que no se asombra por encontrar el castillo al fondo de cada esquina, porque ha crecido viéndolo y no les resulta extraordinario. Aquellos para los que el festival de artes escénicas es un incordio.
  La decadencia de Leith empezó en los años 60 con el comienzo de una serie de construcciones de grandes edificios en contraste con las tradicionales casas bajas o de estilo jorgiano, que alteró la tranquila convivencia del barrio; a lo que siguieron décadas decrisis económicas, revueltas sindicales en oposición a la Dama de Hierro Tatcher, el consumismo, el paro… Y los 80 y 90, con la expansión del sida a causa del intercambio de agujas entre adictos en los infames 'chutódromos', hicieron de barrios como Leith la cara menos amable de una ciudad que vive de su apariencia. Welsh mostró una realidad incómoda que no era fácil de afrontar, menos aún dado el éxito internacional de la novela y posteriormente de la película Trainspotting, que muchos edimburgueses se negaron a ver, pues mostraba una ciudad que quería escapar de esa imagen y lo estaba logrando, con muchos de esos edificios ya venidos abajo. De hecho, la película se rodó en Glasgow, pues no lograron encontrar localizaciones como las descritas en el libro.
  Muchos jóvenes (y no tan jóvenes, que la novela tiene ya unos años) vienen buscando la ciudad de Trainspotting, atraídos por el encanto de lo decadente, pero sólo encuentran algunos retazos. Yo he vivido en Leith, y he caminado de noche por el Leith Walk y no he visto esa realidad que muestra el libro del modo más cruel, triste y extremo. Hay borrachos y drogadictos, pero muchos menos que otras ciudades que no acarrean esa fama psicotrópica.


  
  Si uno busca por los pubs el peor retrete de Escocia, aquel en el que recaló Rent Boy en la famosa escena de la película (ver vídeo sobre estas líneas), no lo va a encontrar, porque ya no existe. Como tampoco existe ya Leith Central Station, la estación donde muchos parados pasaban las horas viendo pasar los trenes (es decir, haciendo 'trainspotting'), trenes que ya no pasan.

martes, 6 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de esa escena de... La belle verte (Coline Serreau, 1996)

  Probablemente, la película más perroflauta de la Historia ("fricchettona" en italiano, quizá mi palabra favorita de ese idioma -quien me conoce lo sabe-), "La Belle Verte", que literalmente sería "La bella verde", y en español se tituló "Planeta libre" es un film de culto francés, una comedia amable y un poco tontorrona que apuesta por la ecología radical y la filosofía New Age como formas de vida.

 Una película cuya crítica a la sociedad de consumo y al sistema político actual comparte no pocos puntos en común con el movimiento de los indignados y el 15-M, pero que puedo jurar que pocos de ellos conocen.
  
  A pesar de lo interesante del planteamiento, las razones que esgrime son un poco vagas y bienintencionadas y en último término algo simplistas, quedándose muchas veces en la superficie, con tópicos ya trillados como "cualquier tiempo pasado fue mejor" y la mistificación del "buen salvaje". Aun así, invita a la reflexión y ofrece algunas escenas memorables como el concierto de música clásica reconvertido en poco menos que una boda gitana digna de un film de Kusturica; la tertulia política en la que el invitado, político de profesión, dice lo que realmente piensa: Que el desempleo se la sopla y todos los ciudadanos deberían comer mierda; o el impagable partido de fútbol convertido en un delirante espectáculo de ballet bajo los acordes de "El Danubio Azul" de Strauss, escena que viene a continuación.


lunes, 5 de diciembre de 2011

UN MÉTODO PELIGROSO (Tratado de las pasiones del alma (y del puro de Freud))



Título original: A dangerous method. 
Dirección: David Cronenberg
Año: 2011. 
Duración: 99 min. 
Interpretación: Keira Knightley (Sabina Spielrein), Viggo Mortensen(Sigmund Freud), Michael Fassbender (Carl Gustav Jung), Vincent Cassel(Otto Gross), Sarah Gadon (Emma Jung). 
Guión: Christopher Hampton; basado en la novela “A most dangerous method” de John Kerr y la obra de teatro “The talking cure” de Christopher Hampton.

  Cuenta una famosa anécdota que un día un hombre se acercó a Freud, agarrado a su sempiterno puro, para preguntarle con sorna acerca de la desmesurada querencia que tenía por los puros y si él, padre del psicoanálisis, no consideraba que esto fuera quizá reflejo de una homosexualidad subyacente,tomando el puro como evidente símbolo fálico. Freud se sacó el puro de la boca, lo sostuvo en su manos mientras lo observaba y contestó: "A veces, un puro es sólo un puro". Y siguió fumando. 

  Dejando de lado la cuestión si Freud era más benévolo a la hora de diagnosticarse a sí mismo que a los demás o si tuvo un arrebato de sinceridad acerca de teoría basada (simplicando mucho) en sacarnos traumas de cariz sexual a todos, lo cierto es que la influencia del psicoanálisis en la civilización occidental es crucial e innegable, empezando por la sobreutilización de términos como "subconsciente" o "inconsciente" que él popularizó. Tanto la literatura como el cine como otras vertientes artístcas le deben mucho, aunque sus teorías hayan sido objeto de discusión desde su inicio. Algo que según Cronenberg él aceptaba al considerarse tan sólo el descubridor de algo más grande: "Soy como Colón, que puso el pie en la orilla de un continente desconocido sabiendo que no lo conocería por completo. Viajo a ciegas, pero lo que es cierto es que ese continente existe". Parafraseo un frase del magnífico y denso guión del film que Freud dirige al que habría de ser su mentor Carl Gustav Jung. La película trata de la turbulenta relación entre estas dos mentes preclaras de su tiempo y su particular relación, de índole académico-amoroso-sexual-sadomasoquista en el caso de Jung) con la que fue, probablemente la primera mujer psicoanalista de la Historia, Sabina Spielrein, desconocida su vital influencia en el psicoanálisis hasta no hace mucho tiempo y protagonista de su propio biopic, el film italiano de temática similar e injusta repercusión titulado Prendimi l'anima.

  A este trío se añade Otto Gross (un pequeño pero jugoso papel interpretado por Vincent Cassel con un apabullante magnetismo animal), un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. Esta exploración de la sensualidad, de la ambición y del engaño llega a su momento cumbre cuando Jung, Freud y Sabina se reúnen antes de separarse definitivamente y acabar cambiando la dirección del pensamiento moderno.

  Al contrario que el puro de Freud, la película es mucho más que la relación amorosa entre Jung y Spielrein, es la recreación de una época que habría de alumbrar los rincones más ocultos de la psique humana ante la amenaza de los totalitarismos y las guerras que habrían de venir. Es, así mismo, y parafraseando de nuevo, pero esta vez el título de una novela de Lobo Antunes y un famoso ensayo de Descartes, un tratado de las pasiones del alma. En efecto, todos los personajes, a excepción de Gross (una especie de proto hippy)reprimen sus sentimientos e instintos envolviéndolos en una educación y modales refinados y fríos. El gran mérito del director es hacer al espectador partícipe de estas pasiones soterradas pero cuya fuerza inunda cada fotograma de este sobrio y exigente drama de época magníficamente ambientado, que requiere de un visionado atento y activo. No parece una película de Cronenberg pero en ella está todo su universo.

  Destacar por último el buen hacer de todo el reparto, sobresaliente Viggo Mortensen como un Freud a un puro pegado, entre el mesianismo y el dolor de ver su legado y a su ahijado intelecutal alejarse de él en la peor representación del complejo de Edipo que podría imaginarse encarnado en la figura del últimamente omnipresente (y que así sea por muchos años) Michael Fassbender bajo cuya serena apariencia y minimos gestos se aprecia un caudal de emociones tanto sexuales como intelectuales y Keira Knightley haciendo uno de los mejores papeles de su carrera, de esos que tanto gustan en las entregas de premios, pasando del histerismo cuidadosamente trabajado pero quizá rayano en la sobreactuación (la imagen de su mandíbula inferior queriendo salir de su cuerpo es una  de las imágenes más impactantes del año) hasta el sobrio atractivo que demuestra conforme avanza el metraje. Injusto sería no acordarse de Sarah Gadon en un pequeño pero interesante papel como la esposa de Jung.




Yo me acuerdo de esa escena de... En un lugar solitario (Nicholas Ray, 1950)



   Nada que decir, Bogart ya lo dice todo.

  El guionista Dixon Steele (Bogart) recita unas líneas que ha escrito al personaje encarnado por Gloria Grahame* en este film noir : 

I was born when she kissed me. I died when she left me. I lived a few weeks while she loved me.
"Nací cuando ella me besó. Morí cuando me dejó. Viví unas pocas semanas mientras me amó".
  
  Una de las más bellas declaraciones de amor jamás dichas en la vida y en el cine (que a veces son lo mismo). 
  
  Una buena biografía. Una vida vivida. 


* Actriz cuya vida da para una buena película de cine negro: su matrimonio con Nicholas Ray, director de esta película, terminó cuando él la encontró en la cama con su hijo de 13 años de un matrimonio anterior del director. El afortunado chaval se llamaba Anthony Ray y se casó con su madrastra, que le dio dos hijos, que se unieron al que tuvo con el realizador. Ríete tú de Woody Allen y Soon-Yi.

sábado, 3 de diciembre de 2011

LA NIEBLA (Esto es el fin)


Título original: The mist.
Dirección: Frank Darabont.
Duración: 127 min. 

Interpretación: Thomas Jane (David Drayton), Marcia Gay Harden (Sra. Carmody), Laurie Holden (Amanda), Andre Braugher (Norton), Toby Jones (Ollie).


  “Para empezar, diré que es el final” reza una canción de M-Clan, perfecto arranque para criticar esta película, la última adaptación al cine de un relato del prolífico escritor Stephen King, a manos del director que más y mejor lo ha llevado a las pantallas, como en “La milla verde” y “Cadena perpetua”. Porque, al contrario que las anteriores, ésta no es una buena película; pero, eso sí, tiene uno de los mejores y más desoladores finales que se han visto en una sala de cine. Ése es su principal (y casi diría que único) aliciente.

  En un pequeño pueblo estalla una violenta tormenta que termina tan bruscamente como comenzó. Entonces aparece una espesa niebla que va atrapando a todo aquel que se adentra en su oscuridad. El argumento, a priori, es atractivo, pero la irrupción al poco tiempo de un monstruo poco creíble salido de la niebla, y el tono telefílmico para retratar a un feliz padre de familia americano, de esos que llaman “campeón” a su hijo, nos sitúa ante una película palomitera para quinceañeros con poco criterio. Está bien dirigida, como no podía ser menos viniendo de un buen director como es Darabont: llega ser entretenida gracias al ritmo y la tensión con la que narra las peripecias de los lugareños atrincherados en un centro comercial, pero no consigue dar miedo, sólo asco (términos que muchas películas parecen confundir), dada la proliferación de muertes violentas por desmembramiento y los bichos repugnantes, que son los verdaderos protagonistas del film, sin que importe forzar situaciones para que sean mostrados.

  Un cine basado más en los efectos que en la historia, donde no se ve atisbo de las complejas emociones que aparecían en las películas antes mencionadas. Ni rastro del Frank Darabont que nos cautivó, nos removemos en nuestros asientos augurando el fin de su carrera... Pero entonces, tras hora y media de película, es decir, cuando sólo queda media hora de metraje, la trama toma impulso, interés y hondura cuando se forma un bando entre los vecinos, que atacan a su iguales llevados por el fanatismo religioso y la desesperación, en lo que es un estudio sobre la ruindad y los bajos instintos implícitos en la naturaleza humana en su lucha por la supervivencia.  Es entonces cuando destacan las interpretaciones de los dos principales actores de la cinta: Toby Jones como un sensato tendero y la fanática religiosa que lidera el grupo de sublevados en la piel de una Marcia Gay Harden que, eso sí, llega a ser exasperante.  La inexpresividad de Thomas Jane no supone problema para interpretar el típico papel plano de héroe americano, pero muestra no ser el más adecuado cuando la historia en sus últimos minutos le exige un gran esfuerzo interpretativo.

  Ese maduro y potente final, de un dramatismo desolador, tan diametralmente opuesto al tono general de la película, es sin duda lo mejor. Es un final para recordar. Porque (para terminar también con música), como decían The Doors: “This is the end, my only friend, the end”.