jueves, 10 de mayo de 2012

STARBUCK (El gran masturbador)


Dirección: Ken Scott
Año: 2011.
Duración: 103 min. 
Interpretación: Patrick Huard (David/Starbuck), Julie LeBreton (Valérie), Antoine Bertrand, Dominic Philie, Marc Bélanger, Igor Ovadis. 
Guion: Ken Scott y Martin Petit. 


Sinopsis: Fruto de sus donaciones de esperma veinte años atrás, David Wosniak descubre que es padre biológico de 533 hijos y de ellos, 142 se han puesto de acuerdo y quieren conocerle. Para ello han emprendido acciones legales encaminadas a que se desvele la identidad del hombre al que sólo conocen por su seudónimo: “Starbuck”.

  Antes de que empiecen a calificar de imposible e inverosímil el argumento de esta película (¡533 hijos!), quisiera saber si conocen el caso de ese hombre que dona su semen a través de su propia web y que, de seguir así, podría ir a la cárcel. O aquella otra noticia sobre el director de una clínica de fertilidad que inseminó con su propio esperma a a muchas de sus clientas y podría ser el padre de 600 hijos. Son tan sólo dos noticias que se suman a tantas otras del mismo cariz y que hacen plantearse los controles que este tipo de clínicas emplea con sus donantes. No pretende el director decir que esto sea lo común, pero tampoco nos presenta su historia como algo descabellado. La realidad supera a la ficción, ya se sabe.

Lo interesante de esta agradable película canadiense que se ve con sumo gusto, es su reflexión sobre la paternidad en estos tiempos en que los hombres pueden ver reducida su responsabilidad procreadora a una masturbación. La ciencia y los nuevos tiempos ponen a la Humanidad en nuevas tesituras que no dejan de ser las mismas e intemporales cuitas de siempre: las relaciones paterno-filiales, la responsabilidad para con los hijos, etc. En esta misma línea podría inscribirse la reciente “Los chicos están bien”, por ejemplo. Claro que la peculiaridad de esta cinta que nos ocupa es el ingente número de hijos y cómo el personaje principal, un transportista con síndrome de Peter Pan, lidia con semejante progenie.

El protagonista, interpretado con un medido equilibrio entre la comicidad y el drama por Patrick Huard (Premio al Mejor Actor en la pasada Seminci), descubre el sentido de su vida en una paternidad que siempre ha evitado por cuanto tiene de responsabilidad. Se dedica a espiar a algunos de sus hijos y es ahí donde la película se vuelve coral, si bien deja muchas de estas historias deslavazadas y desdibuja a algunos de sus personajes, que han creado una asociación idílica en la que el protagonista se integra tras una identidad falsa. Se puede achacar tanto a esta asociación, como a los personajes y a sus relaciones de cierto idealismo, de cierta inverosimilitud en todo ese buenismo que destilan (esta vez sí) pero la cinta nunca esconde su pretensión de ser, por encima de todo, una comedia amable que entre sus logrados chistes (no todos bienintencionados) encierra algunos toques dramáticos bien encajados.  

La conclusión podría ser que la paternidad es siempre difícil (ya se tengan uno, dos o quinientos hijos) pero también puede ser una de las más maravillosas responsabilidades que la vida nos depare.



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