Frankenstein (1931), de James Whale
y
El espíritu de la colmena (1973),
de Víctor Erice.
[Nota: Texto elaborado como trabajo para la clase Historia Universal de la Imagen, impartida por el profesor Luis Deltell en la Universidad Complutense de Madrid en el año 2010. Contiene spoilers.]
· Tesis: La pérdida de la inocencia como hilo conector e identificador entre los protagonistas de ambas películas.
· Sinopsis:
- Frankenstein: El joven Dr. Henry Frankenstein, un apasionado científico, tiene como principal ambición, rayana en la locura, crear vida humana a través de varios artefactos eléctricos perfeccionados por él mismo, llegando al punto de enclaustrarse en un torreón equipado como laboratorio donde realiza sus experimentos y alejado de su prometida, Elizabeth, con la única compañía de su asistente jorobado Fritz, al que se ha encargado un cerebro, el cual, roba, pero resulta ser el de un peligroso criminal.
Elizabeth, junto a Victor Moritz, amigo de Henry, piden su ayuda al Dr. Waldman, su viejo profesor de medicina. Llegan al torreón cuando el joven médico esta realizando su último experimento. Una criatura creada a partir de partes de diversos cadáveres, tumbada en una mesa de operaciones, es alzada al cielo en tormenta y expuesta a los rayos. Entonces se escucha un tremendo trueno - y la mano del monstruo de Frankenstein comienza a moverse, y es retenido en un calabozo en la torre del castillo. A pesar de lo cual, estrangula a Fritz, pero tanto el joven Frankenstein como su mentor consiguen reducirlo.
Cuando el Dr. Waldman procede a asesinar a la bestia sedada, ésta despierta y lo mata. Acto seguido escapa de la torre y camina sin rumbo fijo. En su deambular, se encuentra con María, una niña ciega, quien le pide que juegue con ella a arrojar flores al río para verlas flotar. En el transcurso del juego, el monstruo, feliz e inconsciente, levanta a la pequeña y la arroja al agua. Apesadumbrado al ver lo que ha hecho, el monstruo se marcha a toda prisa.
Frankenstein, ya recuperado y consciente de la peligrosidad de sus antiguos delirios de grandeza, prepara su boda con Elizabeth., cuando Victor le da la noticia de que el Doctor ha sido encontrado estrangulado en su sala de operación. Frankenstein sospecha del monstruo inmediatamente, más aún cuando el monstruo ha entrado en la casa atacando a su prometida para después huir.
Es entonces cuando Frankenstein decide liderar al pueblo enfurecido por la muerte de la niña y armados con antorchas (el monstruo teme al fuego), para dar caza al monstruo, pero éste lo descubre en plena búsqueda y se lo lleva al viejo molino, donde, dese lo alto, lo arroja al vacío, siendo amortiguada la caída por las aspas. Algunos campesinos prenden fuego al molino con la criatura en su interior.
De vuelta en el Castillo Frankenstein, el Barón Frankenstein, padre del joven médico, celebra la boda de su hijo con un brindis.
-El espíritu de la colmena: Un lugar en la meseta castellana hacia 1940. El cine llega a un pequeño pueblo. La película que se proyecta es Frankenstein. Mientras, un hombre, Fernando, trabaja en un campo de colmenas. Una mujer, Teresa, su esposa, escribe una carta. Una brusca separación parece haber abierto una brecha entre ellos. La película continúa proyectándose, ahora con la escena famosa del encuentro entre el monstruo y la niña, y el asesinato de ésta. Entre el público, dos niñas pequeñas, dos hermanas, Ana e Isabel. La menor está fascinada y asustada al tiempo. Las niñas volverán a casa cuando esté anocheciendo, gritando “¡Frankenstein! ¡Frankenstein!”.
Ana e Isabel están ya en la cama. La pequeña pregunta a la mayor por la muerte del monstruo en la película. Isabel le dice que el monstruo en realidad no muere, y le miente, diciéndole que el monstruo es en realidad un espíritu que vive en las afueras del pueblo y al que se puede llamar pronunciando unas sencillas palabras: “Soy Ana, soy Ana”.
Las niñas acuden a la escuela. La maestra, doña Lucía, les imparte una lección de anatomía con un muñeco de tamaño natural al que llama “don José”. Después del colegio, Isabel acompaña a Ana hasta un corral abandonado donde se supone habita el espíritu. Ana convertirá estas visitas en una costumbre que realizará a escondidas. Más adelante, solas en la casa, Isabel se finge muerta, pero la broma aleja a las hermanas.
Una noche, un fugitivo, un maqui, salta de un tren y va a refugiarse al corral abandonado. Allí lo encontrará Ana. En su siguiente visita le llevará ropa y comida. En medio de las ropas aparece un reloj de Fernando. Pero de noche se produce un tiroteo y el fugitivo es abatido. La Guardia Civil pregunta a Fernando, que niega conocerlo, y un guardia le devuelve su reloj, que saca durante el desayuno, para sorpresa de Ana. La niña acude al corral, pero allí sólo hay manchas de sangre fresca. Fernando la ha seguido, pero la niña huye. Todo el pueblo se pone a buscarla. Ana vaga por el bosque hasta que llega a orillas de un río. En ese mismo lugar, como si fuese la niña protagonista de Frankenstein, Ana se encuentra también con su monstruo.
Ya en casa, Ana, en reposo aconsejado por el médico debido a la impresión, se levanta en plena noche y acercándose al balcón recuerda la invocación del espíritu: “Soy Ana, soy Ana”.
· Comentario: Pretendemos demostrar que los protagonistas de ambas películas son en esencia el mismo personaje, ya que ambos han de enfrentarse al fin de su propia inocencia. La razón de esta pérdida irremediable es otro tópico inmortal: el descubrimiento de la muerte, que lleva a ambos personajes a la soledad y a una identificación entre ambos, sobre todo en el caso de la película de Erice.
En efecto, ambas películas versan sobre la muerte y también sobre la soledad del diferente. En el filme de Whale, homosexual, esta soledad es evidente en un ser rechazado por todos, incluso por su creador, al que une una extraña relación. En el caso de la película de Erice se encuentra en su mismo título, que alude a un ensayo de Maeterlinck, La vida de las abejas, donde se dice que la abeja aislada de la colmena, aun provista de lo básico para sobrevivir, expira a causa de la soledad. Es ese espíritu comunal de la colmena lo que la mantiene viva.[1] Pero la niña protagonista se siente sola, rodeada de adultos amenazantes que no explican nada.
La relación entre ambas películas es evidente ya desde los mismos títulos de crédito de esta última: el último de los créditos es un dibujo infantil de la propia Ana Torrent que anticipa la secuencia de la proyección en el improvisado cine del pueblo de Frankenstein, justo en el momento en que se reproduce la secuencia del encuentro entre la niña ciega y el monstruo (célebre imagen que inspiró a Erice su película y que guarda gran parecido con una escena de la película Las horas de Stephen Daldry, en que Virginia Woolf habla con su pequeña sobrina Angelica Bell sobre la muerte alrededor de un pájaro muerto). Se alude así a la fuente del relato: la mirada infantil, que podría corresponder a la del monstruo, ya que él es apenas un “recién nacido” enfrentado a un mundo confuso y violento que le rechaza y desprecia.
Esta secuencia de la proyección está seguida por la secuencia de presentación de Fernando, padre de la niña, en una identificación del monstruo con el padre que se repetirá de múltiples formas y que nos habla de las difíciles relaciones paterno-filiales, al igual que lo hace Frankenstein, pues su criatura ve en él a un padre y le duele su rechazo (el amor del monstruo hacia su creador es más evidente en el original literario y en la fiel versión que realizó Kenneth Branangh en 1994, donde el monstruo se prende fuego junto a su “padre” en una balsa a la deriva en las frías aguas del Ártico). Asimismo, hay una mímesis de facto entre el doctor Frankenstein y su criatura, pues, de hecho, mucha gente piensa que Frankenstein es el nombre del monstruo y no el de su creador.
La secuencia de la proyección muestra diversos fragmentos del film de Whale como si fueran así en la trama, pero en realidad se produce un fuerte anacronismo entre ellos, con grandes saltos, pues lo siguiente es mostrar al padre de María con su cadáver en brazos entrando al pueblo. El objetivo es centrarse en la muerte de la niña, que impresiona a Ana, la cual no para de preguntar a su hermana “¿Por qué la ha matado? ¿Por qué matan al monstruo?”. Otros momentos en que Ana se enfrenta al aprendizaje de la muerte es cuando, en las vías del tren, mira hacia la lejanía mientras Isabel, con el oído sobe el raíl, anuncia su llegada. Pese a que el tren se acerca a toda velocidad, Ana está impasible, estática, fascinada ante el peligro de la muerte que acecha.
Otro contacto con la muerte es el cuerpo tendido de su hermana sobre el suelo de la habitación fingiéndose muerta, en lo que quizá no sea sino escenificar la muerte de María. Pero Ana incluso se enfrenta por primera vez al deseo de querer matar a alguien, como cuando ve a su hermana saltando en la hoguera y se la imagina ardiendo a cámara lenta, matándola de la misma forma en que asesinan los del pueblo al monstruo de Frankenstein en el molino. Ni que decir tiene que la criatura del doctor no sólo siente deseos de matar, sino que los lleva a cabo; al contrario que Ana, que lo hace en su imaginación.
Tiempo atrás, su hermana la convenció de que el monstruo es un espíritu al que puede invocar diciendo su nombre, y que vendrá, si es su amiga. Aquí vemos que el monstruo sólo tiene por amigos a dos niñas, las cuales no se asustan, pues son tan “anormales” como él: una en su ceguera y otra en su hipersensibilidad.
También es interesante pararnos en la lección de anatomía en la que la maestra se sirve de una placa anatómica con forma andrógina a la que llaman “don José”, consistente en una figura de tamaño natural a la que es preciso colocarle los órganos, en lo que es una clara alusión a la creación del monstruo.
La aparición del fugitivo supone para la niña la personificación del monstruo, viendo en él a un ser ficticio creado por su imaginación, al que comprende en su anormalidad y por lo que se siente su cómplice. Éste al ser asesinado es llevado a la sala de cine tapado por una manta, recordando al monstruo tendido en una mesa de operaciones en el viejo torreón del doctor Frankenstein. Asimismo, el “monstruo”, ya muerto, vuelve al lugar donde nació para Ana, una sala de cine; siendo así también un simbolismo en torno a la muerte del cine y de la ficción clásica en el cine actual, pues metaforizaba la muerte y renunciaba a mostrar el cadáver. En palabras de Erice, “los productores de Frankenstein eliminaron la acción del monstruo arrojando la niña al río. Su ausencia provocaba una elipsis forzosa a nivel dramático.”[2] Así como la elipsis que representa la muerte en el texto clásico se traslada al texto moderno. No se nos muestra el cadáver de María. Por tanto, la imposibilidad de un lenguaje clásico en El espíritu de la colmena derivaría de la imposibilidad de seguir ocultando el cadáver y, consiguientemente, de trascender lo real. Lo que impulsa a Ana en su descubrimiento progresivo de la muerte y del cadáver es esta falla del cine clásico, ejemplificada en el filme de Whale.[3]
Finalmente, vemos a Ana caminando por la ribera de un río y cómo su reflejo en el agua transmuta en el rostro del monstruo (interpretado por José Villasante gracias a un maquillaje que imita el de Boris Karloff, en lo que constituye una nueva mímesis entre los dos personajes protagónicos). Entonces, el personaje de Ana imita la puesta en escena de la película de Whale: el monstruo se agacha al lado de la niña y le toca el hombro. La niña espera ser lanzada al río, y cierra los ojos; lo que según Querejeta, y teniendo en cuenta (al final de la cinta) la invocación de Ana para que el monstruo venga, es un intento de suicidio “imaginario”.
· Conclusión: Esperamos haber dado las suficientes razones para hacer pensar que tanto Ana como el monstruo de Frankenstein son en esencia el mismo personaje: un niño, inocente y confuso, expuesto a un mundo cruel que no comprende y que le rechaza. El descubrimiento de la muerte por parte de estos personajes es a la vez traumático y liberador: traumático porque se enfrentan a algo que no entienden y que su entorno se empeña en ocultar, provocándoles temor. Liberador porque la muerte es algo que les pertenece y a lo que pertenecen; ellos, que se sienten solos, tienen un lugar. He ahí la atracción de ambos por la muerte, teñida de miedo.
Se podría pensar que con la muerte de él en la película que ella ha visto, la mímesis termina, pero no es sino el comienzo, pues él seguirá con ella, su amiga que no se asusta (como la niña ciega), el resto de su vida, en un plano imaginario. Pero es que ella no es sólo su amiga, sino que ha devenido también en su demiurgo. Un creador compasivo, el único anhelo del monstruo.
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