Spoilerazo, y de los que duelen.
Una de las escenas dramáticas más impresionantes del cine de los noventa. Una buena muestra del estilo sobrio pero con nervio del gran Eastwood, que hace gala de la contención formal que subraya aún más la intensa carga dramática de la escena, capaz de hacer llorar hasta al macho español (a partir del minuto 2:40, aunque todo en este monólogo es disfrutable).
Diálogo sin palabras entre dos amantes en la encrucijada que podría cambar sus vidas. Ella debe elegir entre el amor a su familia en un aburrido pueblo y la pasión que siente por el que es, sin sombra de dudas, el amor de su vida. Quedarse en el coche o abrir la puerta, correr bajo la lluvia y entrar en la camioneta.
Por muchas veces que la hayamos visto y sepamos el final, todos le decimos a Francesca: "¡Vete, vete con él, deja a tu marido!" y todas las veces sabemos que no es posible y que nosotros, como ella, nos quedaríamos, no abriríamos la puerta.
Esa certeza que sólo se tiene una vez en la vida, ese amor que uno deja escapar, aun sabiendo que se arrepentirá el resto de su vida. Porque así son las cosas.
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