Año: 2011.
Duración: 98 min.
Interpretación: Jean Dujardin (George Valentin), Bérénice Bejo (Peppy Miller), John Goodman (Al Zimmer), James Cromwell (Clifton).
Música: Ludovic Bource.
Fotografía en blanco y negro: Guillaume Schiffman.
A Sofía Zamalloa Serrano
De esta época de cambio, ilusión e incertidumbre, de estas estrellas que se apagan dando lugar a otras nuevas, trata la película revelación de la temporada, "The artist": Hollywood, 1927. George Valentin es un célebre actor del cine mudo al que todo le sonríe, pero la llegada del cine sonoro marca el final de su carrera y le lleva a caer en el olvido, mientras la joven extra Peppy Miller empieza a ser propulsada hacia el firmamento de las estrellas.
Resulta curioso y gratamente sorprendente el apabullante éxito que esta película está obteniendo, a todas luces suicida en el momento de su concepción. Pues no sólo es muda (aunque con originales y logrados "peros" que es mejor no desvelar) sino que además cumple con otras convenciones del género como los intertítulos explicativos y, lo que es más sorprendente y un giro estético arriesgado en estos tiempos de furor de 3D y pantallas planas, en formato 1.33:1, el formato de pantalla utilizado en la época del cine mudo. Así, uno se sienta en la butaca y es como realizar un viaje en el tiempo. La originalidad de la película radica precisamente en esto, y en demostrar que, a pesar de todo, la sensibilidad moderna no es tan diferente de la de hace cien años (a pesar de algunas quejas para las cuales, yo opino como éste). Aún es más, esta película supuestamente anacrónica ambientada durante el crack bursátil del 29 y mostrando cómo la industria cultural se polarizaba entre defensores y contrarios de las nuevas técnicas que imponía el desarrollo tecnológico, ha querido el el azar que coincida con el momento actual, en plena crisis y con el cierre de Megaupload y el debate sobre el alcance y retribución la distribución de los productos culturales, uno de los debates intelectuales más apasionantes que se recuerdan sobre el ejercicio creador y su influencia en el gran público. El eterno retorno, de nuevo.
Por lo demás, la historia en sí, es sencilla y no demasiado original (similar planteamiento presenta la grandiosa "El crepúsculo de los dioses"); casi se diría que es un intento de hacer popular el cine mudo para aquellos que nunca han visto una película muda. Chaplin o Keaton ya hicieron esto antes y mejor, pero claro, sus filmes tienen casi cien años, no son modernos (pónganse a ver una peli de Charlot y se reirán más que con muchas comedias estrenadas este año). El cinéfilo, sin embargo, saldrá tan encantado como sale el resto de espectadores no doctos en la materia, merced a una historia llena de guiños cinéfilos (empezando por su banda sonora, que incluye varios temas clásicos del cine, acarreándole acusaciones de plagio de Kim Novak, nada menos) y referencias metacinematográficas (o lo que los franceses llaman mise en abyme) que la hacen muy disfrutable, como se nota que disfrutaron haciéndola todo el equipo, desde el espléndido y carismático Jean Dujardin, pasando por la encantadora Bérénice Bejo y el perro Uggie, más expresivo que muchos actores de "Crepúsculo".
Tiene muchas cualidades esta película, más allá de su conveniencia histórica y el homenaje al cine y a las estrellas olvidadas, y quizá la más importante sea la de haber conseguido que el gran público recupere la inocencia de los primeros espectadores, tan similar a la de los tempranos deslumbramientos de la infancia.
P.S.: De ganar el óscar a mejor película, como es probable que suceda, sería la segunda película muda en lograrlo tras "Alas" que lo ganó en la primera edición de los premios en 1928.
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