Dirección: Rodrigo García.
Guion: Glenn Close, John Banville y Gabriella Prekop; basado en un relato de George Moore.
Año: 2011.
Duración: 113 min.
Interpretación:Glenn Close (Albert Nobbs), Mia Wasikowska (Helen), Aaron Johnson (Joe),Jonathan Rhys Meyers (Yarrell), Brendan Gleeson (Dr. Holloran), Janet McTeer(Hubert Page).
No sé si conocen la increíble pero cierta historia de Harry Crawford, un limpiador neozelandés detenido por matar a su primera esposa en 1920. Desgraciadamente, nada destacable. El matiz viene después: lo primero que pidió Harry es que le internaran en el módulo de mujeres de la prisión y que no le contaran la verdad a su actual esposa. La verdad era que Harry en realidad era una mujer, Eugenia Fanelli, que había pasado los últimos veinte años haciéndose pasar por un hombre. Tal sofisticación alcanzó con el engaño que se fabricó un pene de caucho y madera. La primera mujer descubrió su secreto y ése fue el motivo por el cual la mató. No es el único caso de mujeres obligadas a travestirse para poder realizar su vida, así como Eugenia quería ser marinero, George Eliot y George Sand querían ser escritoras, por poner ejemplos literarios; sin olvidar la leyenda de la papisa Juana (interpretada en los setenta por Liv Ullman y objeto de una película hace pocos años, "La Pontífice") ni a Miranda Stuart (Margaret Ann Bulkley según otras fuentes), que quería ser cirujana y lo fue, bajo el nombre de James Barry, famoso y condecorado cirujano militar cuyo sexo fue sólo descubierto cuando se procedió a amortajar su cadáver lo que no impidió que se la enterrara con su nombre de varón, si acaso ya su única identidad.
Todo son historias y mujeres reales, no así la que interpreta Glenn Close, disfrazada como hombre para poder trabajar y sobrevivir en la Irlanda del siglo XIX. Unos 30 años después de adoptar el vestuario de un hombre, se encuentra perdida en una prisión propia.
Dígamoslo claro y cuanto antes: la película es Glenn Close. Su interpretación es fascinante, emotiva sin fisuras. Compone un personaje precioso, de los más bellos y adorables que se hayan visto y lo hace con honestidad, entregándose a él. Uno ve a un ingenuo y humilde Albert Nobbs y cree que, en efecto, existió y existe ante sus ojos con todas sus esperanzas, deseos, ilusiones y miedos. Un personaje complejo y cuya situación no siempre es fácil de comprender, pues se trata de un ser ambiguo, raro, que ha renegado tanto de su naturaleza hasta el punto de olvidar quien es. La actriz está particularmente entregada a este proyecto, pues interpretó a este mismo personaje en el teatro hace treinta años y participa en el film como productora y coautora del guión.
La Close (mujer de belleza masculina y cuyo nombre, Glenn, sirve tanto para hombre como para mujer)se encuentra bien respalda por otro personaje inolvidable, el mucho más tosco y masculino Hubert Page, que bajo el uniforme de pintor felizmente casado esconde unos enormes pechos de mujer. Lo interpreta admirablemente con ayuda de una impresionante labor de maquillaje Janet McTeer, nominada al óscar como mejor actriz secundaria junto a la Close, ella sí, como actriz principal. El equipo de maquillaje cierra las nominaciones de esta película en la próxima edición de los óscar. (Al volver a casa uno busca imágenes de las actrices para saber cómo son de verdad, pues llegan a parecer verdaderos hombres. Ya lo he hecho yo por ustedes, en este enlace.)
Estos dos personajes necesitaban una película mejor, pues la historia se queda a medio gas y no alcanza a emocionar tanto como sus interpretaciones. La recreación de época es impecable, así como la dirección, eficiente, pero, salvo por esos dos maravillosos personajes, el resto del elenco de actores se presta con solvencia a una historia que no termina de profundizar ni de conmover, que deja un poco indiferente, que no cala, cuando uno siente y quiere que el mensaje le emocione y se quede con él. Porque, aunque extraño, nos identificamos un poco con Nobbs: todo el mundo, alguna vez en su vida se ha sentido solo e incomprendido. La soledad no entiende de sexos.
Dígamoslo claro y cuanto antes: la película es Glenn Close. Su interpretación es fascinante, emotiva sin fisuras. Compone un personaje precioso, de los más bellos y adorables que se hayan visto y lo hace con honestidad, entregándose a él. Uno ve a un ingenuo y humilde Albert Nobbs y cree que, en efecto, existió y existe ante sus ojos con todas sus esperanzas, deseos, ilusiones y miedos. Un personaje complejo y cuya situación no siempre es fácil de comprender, pues se trata de un ser ambiguo, raro, que ha renegado tanto de su naturaleza hasta el punto de olvidar quien es. La actriz está particularmente entregada a este proyecto, pues interpretó a este mismo personaje en el teatro hace treinta años y participa en el film como productora y coautora del guión.
La Close (mujer de belleza masculina y cuyo nombre, Glenn, sirve tanto para hombre como para mujer)se encuentra bien respalda por otro personaje inolvidable, el mucho más tosco y masculino Hubert Page, que bajo el uniforme de pintor felizmente casado esconde unos enormes pechos de mujer. Lo interpreta admirablemente con ayuda de una impresionante labor de maquillaje Janet McTeer, nominada al óscar como mejor actriz secundaria junto a la Close, ella sí, como actriz principal. El equipo de maquillaje cierra las nominaciones de esta película en la próxima edición de los óscar. (Al volver a casa uno busca imágenes de las actrices para saber cómo son de verdad, pues llegan a parecer verdaderos hombres. Ya lo he hecho yo por ustedes, en este enlace.)
Estos dos personajes necesitaban una película mejor, pues la historia se queda a medio gas y no alcanza a emocionar tanto como sus interpretaciones. La recreación de época es impecable, así como la dirección, eficiente, pero, salvo por esos dos maravillosos personajes, el resto del elenco de actores se presta con solvencia a una historia que no termina de profundizar ni de conmover, que deja un poco indiferente, que no cala, cuando uno siente y quiere que el mensaje le emocione y se quede con él. Porque, aunque extraño, nos identificamos un poco con Nobbs: todo el mundo, alguna vez en su vida se ha sentido solo e incomprendido. La soledad no entiende de sexos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario