miércoles, 29 de febrero de 2012

FAUSTO (El sueño de la razón produce monstruos)



Título original: Faust. 
Dirección: Alexander Sokurov
Año:2011. 
Duración: 134 min. 
Interpretación: Hanna Schygulla, Maxim Mehmet, Georg Friedrich, Antoine Monot Jr., Katrin Filzen, Isolda Dychauk. Guion:Alexander Sokurov y Marina Koreneva; basado en el libro de Yuri Arabov; basado a su vez en la obra de Johann Wolfgang Goethe. 


  “Fausto”, dirigida por Alexander Sokurov, no es una adaptación cinematográfica de la obra de Goethe en el sentido habitual de la palabra, sino una lectura de lo que queda entre líneas. ¿De qué color es un mundo que da a luz ideas tan colosales? ¿A qué huele? El universo de Fausto es sofocante: ideas que harán temblar el mundo nacen en el espacio reducido en el que se mueve. Es un pensador, un portavoz de ideas, un transmisor de palabras, un maquinador, un soñador. Un hombre anónimo empujado por instintos básicos: el hambre, la codicia, la lujuria. Una criatura infeliz y perseguida que plantea un reto al Fausto de Goethe. ¿Por qué contentarse con el momento si se puede ir más allá? Cada vez más allá, siempre hacia delante, sin darse cuenta de que el tiempo se ha detenido. Tú también desaparecerás.

  Si leyendo la sinopsis no se han enterado de nada, bienvenidos al club. El visionado de la película (última entrega de su tetralogía sobre el poder y su corrupción cuyos anteriores objetos de estudio fueron Hitler, Lenin, y el emperador Hirohito) tampoco aclara gran cosa. Inspirada libremente en el clásico de Goethe, reinterpretado por Thomas Mann, sus influencias son más literarias que cinematográficas, pero la historia del ambicioso médico que vende su alma a Mefistófeles para conseguir una sabiduría existencial que le haga competir con Dios, se muestra impredeciblemente caótica y confusa, sin que uno sepa muy bien lo que está viendo en todo momento, a qué atenerse. Este desconcierto constante e incómodo, no es malo a priori, atrevido y provocador como es incomodar al espectador, más aún si la repugnancia y lo ininteligible de algunas imágenes va acompañada de una sublime fotografía del mismo autor que hizo "Largo domingo de noviazgo" y "Amélie". La belleza visual de esta película (merced también a una gran dirección artística) está fuera de toda consideración, más allá de lo definible. Cada plano es una auténtica obra de arte pensada al milímetro que bien pudiera estar expuesta en museos junto a cuadros flamencos de Rembrandt
  
  Sólo por eso merece ser vista, aunque Sokurov parece tener el mal que aqueja a muchos directores/autores, empeñados en hacer un cine no sólo enigmático, sino hermético, que parece regodearse en su bien merecida fama de provocar bostezos dada la duración del film y el lento desarrollo de la trama. Ser parsimonioso en cuanto al ritmo no es malo si se vislumbra en ello una intención, un sentido, como magistralmente hacía su compatriota Tarkovski con su famosa teoría del montaje o del "tiempo esculpido" como él prefería denominarla y que expone en su bellísimo ensayo póstumo. Pero en Sokurov uno no ve el sentido, tan sólo (y ojo, es mucho decir, que Sokurov, por muy pelma que sea, es un grande -ahí están "Madre e hijo" y "El arca rusa"-) a otro director cuya difusión está casi circunscrita a los festivales cinematográficos de turno(ganó el León de Oro en la pasada edición de la Mostra de Venecia), de esos que confunden profundidad con un discurso plúmbeo e incomprensible tan sólo para unos iniciados, que quizá sólo sean ellos mismos. En todo caso, es otro nivel

  Preferimos pensar que la intención de Sokurov era la de transferir la pesadilla del alma racional del protagonista al ver su existencia privada de sentido y así mostrarnos una obra superlativa en su belleza, pero desasosegante, inaprehensible y que, a pesar de todo ello (o quizá por todo ello) se queda grabada en nuestra memoria, como un mal sueño cuyo recuerdo nos atormenta y acompaña. 



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