miércoles, 31 de octubre de 2012

Yo me acuerdo de esa escena de... "La nostra vita" (Daniele Luchetti, 2010)


  El cine italiano está lejos de su época de máximo esplendor, aquella de los años cincuenta y sesenta, la del neorrealismo y la comedia all'italiana, con nombres como Mario Monicelli y Vittorio Gassman, y títulos como I soliti ignoti (titulada en España "Rufufú", quién sabe por qué; y eso que el título inglés tampoco se queda corto) o El ladrón de bicicletas, por citar los más conocidos de los autores antes citados. Tampoco ha vuelto a surgir un director de la talla, reconocimiento e importancia de Pasolini o Fellini. Sin embargo, si se sabe buscar y uno se interesa por la cultura de ese país maravilloso, se siguen encontrando directores y películas interesantes. Es el caso del bastante reconocido Nani Moretti con obras como La habitación del hijo o Habemus papam y del cada vez más laureado y conocido Paolo Sorrentino, de quien ya reseñamos su magnética y desconcertante Un lugar donde quedarse. Por mi parte, tengo especial querencia por Ferzan Özpetek, que a pesar de lo irregular de su carrera y de cierta repetición en los temas, firma obras tan conmovedoras como La ventana de enfrente y Hamam, el baño turco. A esta lista de directores a seguir se suman, desde hace poco tiempo, Luca Guadagnino, que llamó mi atención con la intensa y estética Yo soy el amor y Daniele Luchetti, que dirigió una gran película titulada como una gran canción de Rino Gaetano: Mi hermano es hijo único

  Así pues, alentado por esta última película, vi hace unos días otra película suya: La nostra vita, que narra la lucha por sobrevivir a la tristeza de un obrero de la construcción, padre de tres hijos pequeños que se queda viudo tras la muerte de su mujer en el parto del último retoño. Dirigida con personalidad y nervio, lo que más destaca de la cinta es, sin ninguna duda, su actor protagonista: un inmenso Elio Germano. Su interpretación es una de las más sinceras y dolorosamente humanas que recuerdo haber visto. Por ello, ganó el premio al mejor actor en Cannes, junto a Javier Bardem, que se lo llevó por Biutiful. Podría glosar más virtudes suyas pero creo que la siguiente escena lo dice todo. 

  Este hombre se encuentra en el funeral de su mujer. Suena la conmovedora canción de Vasco Rossi Anima fragile, una de las favoritas de la pareja, como pudimos ver durante los primeros minutos del film, en el que al ritmo de esta canción se sucedían escenas de amor cotidiano y feliz. En esta escena, este hombre canta, y se desgarra. Su interpretación es lo bastante elocuente, pero además, tenemos la letra de la canción:
 E la vita continua/anche senza di noi/che siamo lontani ormai/da tutte quelle situazioni che ci univano/da tutte quelle piccole emozioni che bastavano/da tutte quelle situazioni che non tornano mai!/ Perché col tempo cambia tutto lo sai/cambiamo anche noi/ e cambiamo anche noi!


  
  Hace apenas un mes canté esta misma canción con un amigo italiano en un coche que me llevaba al aeropuerto de Malpensa, después de tres emocionalmente intensos, agotadores y divertidos días pasados en Italia, a donde fui en viaje relámpago para celebrar junto a él y otros amigos, la vida de un amigo común, que ya no está. Cantamos esta canción, y lo hicimos sonriendo. Habíamos sobrevivido a la tristeza, y aprendido a convivir con la ausencia, y sonreíamos, precisamente porque sabíamos de la importancia de ser felices tras el estallido de la tragedia. Como Germano en la película, como todos. Porque la vida continúa, también sin nosotros. 

sábado, 20 de octubre de 2012

EL DICTADOR (Puta la gracia)


Título original: The dictator. 
Dirección: Larry Charles.
Año: 2012. 
Interpretación: Sacha Baron Cohen (almirante general Haffaz Aladeen), Ben KingsleyJason MantzoukasAnna FarisMegan FoxJohn C. Reilly
Guion: Sacha Baron Cohen, Alec Berg, David Mandel y Jeff Schaffer.


  Sinopsis: “El dictador” nos cuenta la historia de un dictador que hace todo lo posible para que la democracia no llegue a su país. Rico en petróleo y bastante aislado, el estado norteafricano de Wadiya lleva siendo gobernado por el vehementemente antioccidental Aladeen.Por desgracia para Aladeen y sus consejeros, el muy vilipendiado Occidente ha comenzado a meter las narices en los asuntos de Wadiya, y las Naciones Unidas han sancionado repetidas veces al país en la última década. Y así, el general Aladeen y su séquito llegan a Nueva York, donde no son muy bien recibidos. 

  Tenía esta entrada escrita desde hacía meses, en concreto allá por el mes de julio, cuando se estrenó la película, pero ha sido hoy que me la he encontrado, a medio hacer, entre los borradores del blog. Es decir, olvidé completamente tanto la crítica como la película, lo que no dice nada bueno de esta última (y quizá tampoco de la primera). Debo confesar (sin mucha vergüenza) que ésta es la primera película que veo protagonizada por el conocido cómico Sacha Baron Cohen, especializado en dar vida a personajes excéntricos e incorrectos. No he visto ni Ali G, ni Brüno, ni siquiera la que le hizo mundialmente famoso: Borat. Tenía una cierta idea de lo que podía esperar, pero iba sin prejuicios y dispuesto a reírme. Bien, me reí, pero no tanto como creía y no precisamente porque los chistes fueran en su mayoría buenos, sino por su brutalidad. 

  Parece ser que en sus inicios, Baron Cohen hacía una especie de documentales paródicos en los que, haciendo gala de su gran vis cómica e incorrecta, introducía a sus estrambóticos e imposibles personajes en situaciones reales con personas reales. Estas personas, al no ser actores, actuaban como en realidad eran y dejaban así ver la verdadera cara de la sociedad norteamericana respecto a los inmigrantes árabes, como era el caso de "Borat". Mockumentary es el término que los estadounidenses han inventado para estas películas que se hacen pasar por documetales y cuyo propósito es hacer una crítica despiadada a través del humor. Bien, El dictador no sigue esta premisa argumental, sino que se trata de una ficción de principio a fin, y con ello pierde toda la gracia y la fuerza de su mensaje crítico -que lo tiene y muy sensato- pero queda completamente tapado por la falta de consistencia y la banalidad del guión: un conjunto de situaciones groseras que se suceden sin fin con el propósito de escandalizar a los más puristas. 

  Yo no me considero una persona conservadora ni fácilmente escandalizable, pero considero que hay temas que no admiten bromas. Y en caso de que hagas un chiste sobre un tema espinoso, por lo menos hazlo con clase. La película, por descontado, carece de clase alguna, y lo preocupante es que parece estar orgullosa de ello.