lunes, 28 de mayo de 2012

LOS NIÑOS SALVAJES (Generación perdida)


Título original: Els nens salvatges.
Dirección: Patricia Ferreira.
Año: 2012. Duración: 97 min.
Interpretación: Marina Comas (Oki), Albert Baró (Gabi), Àlex Monner (Àlex), Aina Clotet (Julia), Clara Segura (Laura), Ana Fernández (Rosa), José Luis García Pérez (Antonio), Emma Vilarassau (directora), Francesc Orella (Ángel), Montse Germán (Elisa), Marc Rodríguez (Vicenç).
Guion: Patricia Ferreira y Virginia Yagüe.

Sinopsis: Àlex, Gabi y Oki son tres adolescentes que viven en una gran ciudad. Son unos desconocidos para sus padres, para sus profesores y para ellos mismos. ¿Qué pasaría si pudiéramos saber lo que están pensando y lo que querrían hacer? Su aislamiento emocional, llevado al extremo, tendrá consecuencias inesperadas.

  Sabrán, porque no paran de decirlo en los periódicos y los telediarios, que los jóvenes españoles de entre veinte y treinta años son una generación perdida. Las crisis económicas han pasado por encima de nosotros y han dinamitado nuestro futuro. Nadie cree en los jóvenes, y lo que es peor: los jóvenes no creen en sí mismos. Pocas cosas tan descorazonadoras como un joven que no tiene fe en el futuro.

  De esta juventud perdida y desorientada, sin futuro ni ideales, habla la nueva película de Patricia Ferreira, que con un giro temático y de estilo que la diferencia de sus anteriores trabajos ("Sé quién eres", "El alquimista impaciente", "Para que no me olvides"), ha realizado el mejor film de su carrera, que le ha valido ser el gran triunfador del último Festival de Málaga (Mejor película, mejor guión, mejores actores secundarios). Su inteligente guión es una aguda y amarga disección del maltrecho sistema educativo español, pasando por los profesores y los padres pero centrándose en los alumnos. Su mirada es objetiva y fría, no juzga, tan sólo expone las actitudes de una serie de personajes descarnadamente reales sumidos a las leyes de una sociedad de consumo, falta de valores, desentendida de esa bomba a punto de explotar que se esconde tras su superficie acomodaticia.

  Lo que vemos, entre el reconocimiento y el desasosiego, es una sociedad que parece condenada por sus propios vicios a perpetuar esta generación perdida. Los adolescentes protagonistas tienen quince años, son casi unos niños, pero tampoco ven un futuro ni creen en él, como tampoco creen en sus padres ni en esa sociedad que están llamados a formar y que tampoco cree en ellos ni les entiende. El trío de jóvenes actores protagonistas ofrece unas interpretaciones de una calidad y profundidad admirables, construyendo unos adolescentes muy reales, para nada maniqueos. Se enfrentan con insolente desamparo a esa sociedad que les ha tocado vivir, pero son tan pasivos y acomodaticios como sus padres, sin entender que éstos son a su vez otras víctimas. Ni unos ni otros hacen nada por mejorar, metidos en un irresoluble círculo vicioso. Ni unos ni otros son los malos de la película, pero tampoco son víctimas inocentes. Destacan Àlex Monner, entre la violencia contenida, la rabia y una rota ilusión infantil, y sobre todo Marina Comas con una interpretación sobria y natural pero de un perturbador magnetismo, sobretodo en su parte final, cercana al thriller policial. Demuestra que su premio Goya a la mejor actriz revelación por Pa Negre era merecido. Se les augura un brillante futuro a estos jóvenes, no así como a sus personajes.

  Estos jóvenes están secundados por un excelente plantel de grandes actores adultos, en su mayoría catalanes, de excelencia probada tanto en el cine como en el teatro: Francesc Orella, Emma Vilarasau, una magnífica Ana Fernández… Son profesores y padres tan perdidos y confusos como sus hijos, puede que más. Las interpretaciones de unos y otros, adultos y jóvenes, contribuyen de manera notable a ese tono cercano al documental que imprime la ágil y sabia dirección, inspirado sin tapujos en la más que interesante "La clase", pero sin el optimismo final de aquélla. En este sentido naturalista, la escena de la reunión de profesores y la que ilustra el cartel de la película de los adolescentes pasando una tarde en la playa son excepcionales.

  En su pretensión de ser un retrato generacional a la vez que un análisis preciso de la sociedad presente, el film se alza no sólo como una nueva muestra de la buena salud de la cinematografía catalana, también como una de las mejores películas que el cine español ha dado sobre la juventud.




martes, 22 de mayo de 2012

Yo me acuerdo de esa escena de... 500 días juntos (Marc Webb, 2009)

  Película de culto de la pasada década, sobre todo entre la población joven y/o de tendencias indies, "500 días juntos" (cuyo título original, "500 days of Summer", más apropiado, crea un juego de palabras entre el nombre de la protagonista, Summer, y el significado que éste encierra, verano, para así dar cuenta no sólo de ese año y medio largo de la relación del panoli protagonista tan brillantemente interpretado por Joseph Gordon-Levitt como del estado de enamoramiento, de verano perpetuo, en el que él vive) es una de las películas que mejor ha retratado esa difícil e intangible zona que separa, en algunos casos, la amistad del amor. ¿Se puede ser sólamente amigos una vez que se han pasado ciertas barreras? Según Antonio Gala, el amor es una amistad con momentos eróticos, pero ¿y al revés? ¿La amistad es un amor sin momentos eróticos? Yo creo que sí, que la amistad es amor, a veces más importante e intenso que el amor a una pareja. ¿Pero entonces que son los follamigos? Aún es más, ¿existen realmente los follamigos? O se folla o se es amigo, pero las dos cosas a la vez durante mucho tiempo no creo yo que dure. Algo hay que sacrificar.

  Complejo tema abordado tanto en la música, con el excepcional tema "Agua" de Jarabe de Palo, como en otras películas tanto posteriores como la también indie y de culto "Bon appétit. Historias de amigos que se besan" de David Pinillos (El título lo dice todo. A propósito, una amiga, cuando se la recomendé, me dijo: Sí, quiero verla, pero me da miedo: me recuerda demasiado a nosotros. Y con nosotros se refería a más gente a parte de nosotros dos...)como anteriores, como el clásico contemporáneo "Cuando Harry encontró a Sally" de Rob Reiner de quien esta película es digna sucesora.

  Disfrutemos de esta escena, una de las que mejor y de manera más gráfica ha retratado una de los males de nuestro tiempo: la construcción de falsas expectativas, ya sean infundadas o no. He de decir, que cuando se es como Tom Hansen o como yo, ilusos por naturaleza, no hace falta mucho para que empecemos a divagar y nos hagamos en treinta segundos una idea de nuestra vida en los próximos cincuenta años. Claro, luego llega la realidad y te la pegas a lo grande, una y otra vez. A pesar de que los años y la experiencia atenúan este rasgo, es bonito tener esta clase de expectativas, no perder la ilusión por cualquier cosa, por muchas decepciones que esto traiga una y otra vez. Porque cuando esto sucede, cuando las expectativas coinciden con la realidad o las supera (a veces pasa, os lo aseguro),oh, amigos, eso es maravilloso.


sábado, 19 de mayo de 2012

SEIS PUNTOS SOBRE EMMA (Corazón que no siente)


Dirección: Roberto Pérez Toledo.
Año: 2011.
Duración: 85 min.
Interpretación: Verónica Echegui (Emma), Álex García (Germán), Fernando Tielve (Diego), Nacho Aldeguer (Ricky), Mariam Hernández (Lucía), Antonio Velázquez (Jorge).
Guion: Roberto Pérez Toledo y Peter Andermatt.

 
Sinopsis: Emma tiene casi treinta años. Sus ojos están ciegos pero ella cree verlo todo muy claro: quiere ser madre. Lo ansía de forma obsesiva. Tras descubrir que su novio no podrá dejarla embarazada, rompe con él y emprende la búsqueda de un espermatozoide perfecto. Sin enamorarse, sin sentimientos. Parece fácil, pero no tardará en descubrir que su ceguera no reside únicamente en sus ojos.  

  “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Este dicho popular, llevado al extremo con cierta ironía, es la base de la primera película del afamado cortometrajista Roberto Pérez Toledo, conocido por sus admirables cortos “Manguitos” y “Los gritones”, entre otros. En ellos, unos personajes entre lo cómico y lo trágico viven historias casi anecdóticas pero en su levedad esconden una reflexión profunda sobre las relaciones sentimentales.

La película sigue esta misma línea sin cometer por ello el error habitual de ser un cortometraje alargado. Lo mejor son sin duda sus personajes, en especial aquellos que conforman el grupo de terapia psicológica para discapacitados. Sus conversaciones, historias y reflexiones, por completo alejadas del habitual paternalismo y compasión son refrescantes y muy divertidas, hilarantes y enternecedoras. De entre todos ellos destaca el personaje de Nacho Aldeguer, cuyo convincente retraso mental le dota de una clarividencia e inteligencia encantadoras.

  Verónica Echegui, que interpreta a la protagonista, es un caso aparte. Sin su brillante interpretación no habría película. Su confundido personaje se nos muestra con una naturalidad pasmosa, completamente creíble, no sólo en sus logrados tics de invidente sino en su arrolladora personalidad, cáustica hasta lo hiriente con tal de evitar el dolor y el aislamiento. Logra que un personaje que podría resultar irremediablemente antipático nos resulte digno de respeto y amor, aun cuando no entendamos ni aceptemos sus actos. Frente a ella (al que se le augura una más que probable carretada de premios) los dos personajes masculinos que conforman el extraño triángulo amoroso en el que se ve inmersa, quedan desdibujados y carentes de su misma fuerza, sobre todo el de Fernando Tielve. Conforme avanza la trama -estructurada en seis puntos como el alfabeto Braille- los derroteros sentimentales de la protagonista con el psicólogo del grupo van ganando peso en detrimento de las reuniones de discapacitados. Se pierde así de manera consciente la gracia del principio y se gana en gravedad, pero el espectador (al menos en este que soy yo) pierde asimismo el interés al encontrar esta historia “romántica” menos original y estimulante que la del grupo.

 Sin embargo, y a pesar de sus fallos, el director lanza una interesante reflexión sobre qué entendemos por minusvalía y deja claro su mensaje de que las discapacidades emocionales son peores que las físicas. 

domingo, 13 de mayo de 2012

CONTRA EL VIENTO DEL NORTE (Los amantes de palabra)



Autor: Daniel Glattauer. /Dirección y versión: Fernando Bernués. / Itziar Atienza, Joseba Apaolaza, Pablo Viña.

No sé si conocen la teoría del eterno retorno. Ya que no soy ningún experto en filosofía, parafraseo la definición de la wikipedia, para hablarles con mayor propiedad (toda la propiedad que pueda tener la wikipedia): concepción filosófica del tiempo que plantea una repetición del mundo donde éste se extingue para volver a crearse. Nietzsche, que fue quien lo popularizó en Occidente y lo convirtió en un tópico cultural, sostenía no sólo que los mismos acontecimientos se vuelven a repetir en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin ninguna posibilidad de variación; sino también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable. Es decir, que estamos condenados a repetirnos.

Esta afirmación, que podría resultar descabellada, no lo es si echamos un rápido vistazo a nuestro presente. Occidente sumido en una crisis económica, gobiernos que se desploman, falta de confianza de los ciudadanos en sus políticos, auge de los totalitarismos… ¿No les suena bastante parecido a las primeras décadas del siglo pasado? Quiera Dios (o quien le sustituya) que no acabemos igual. En términos más prosaicos, el eterno retorno se puede ver en aquel dicho tan sobado en moda del “todo vuelve”, y así vemos a jóvenes que visten como vestían sus madres en los sesenta. No sólo eso: formas de expresión que se creían extintas dado el auge de la tecnología, han vuelto. Estamos hablando de las cartas, transformadas en correos electrónicos por obra y gracia de Internet. La gente escribe ahora más que antes y ha recuperado una vieja costumbre en desuso: revisar el correo cada mañana con el café. Esta vuelta a la escritura trae consigo otro tipo de relación que se creía olvidada: las relaciones epistolares.
Y es aquí, en este terreno en el que se cruzan lo sentimental, la tecnología y la escritura, donde lo nuevo y lo inmutable se encuentran, es aquí donde transita la entretenida y estimulante producción teatral de la compañía vasca Tanttaka Contra el viento del norte, adaptación de la exitosa novela homónima de Daniel Glattauer que se puede ver estos días en el Teatro Marquina de Madrid (c/Prim, 3).
Emmi Rothener quiere darse de baja como suscriptora de una revista, pero envía por error su e-mail de renuncia a Leo Leike, estableciéndose por medio de correos electrónicos una relación, primero irónica y ligera entre estos dos personajes y más tarde, conforme se vayan abriendo al otro amparados por el anonimato, más profunda y romántica. Dicha relación, idealizada e imposible, acaba siendo, paradójicamente, más real que sus vidas ordinarias, con las cuales ambos se muestran insatisfechos: ella está infelizmente casada y él es incapaz de olvidar una antigua relación.  

El propio autor adapta admirablemente su propia obra, tarea compleja si se tiene en cuenta que la única interacción entre los protagonistas es la palabra, que no hay más acción que la que se dice. Se podría caer en el aburrimiento y el vacío con facilidad, pero el libreto, la imaginativa dirección de Fernando Bernués y, sobre todo, los entregados actores Itziar Atienza y Joseba Apaolaza, logran mantener la tensión acerca del devenir de este amor que logra cotas de pasión y tormento que compiten con las que Mariana Alcoforado escribió en sus Cartas de amor de la monja portuguesa en el siglo XVII (eterno retorno, ya saben). Es cierto que el interés de la obra decae hacia la mitad, quizás algo extenuados por la verborrea de ambos personajes, que a veces se vuelve repetitiva, y que en sus esfuerzos por dinamizar el inevitable estatismo de la puesta en escena con una actividad constante (sobre todo en el caso de ella, hiperactiva y con infinitos cambios de humor y vestuario) puede resultar inverosímil en algunos momentos. Aun así, la aparición de un tercer personaje, el marido de ella (en Madrid, interpretado por Pablo Viña y no por Kike Díaz de Rada), hace subir la función y que se recobre de nuevo el interés y la convicción en una historia que no dista mucho de numerosas relaciones que se tienen en la actualidad, donde el mundo virtual ha sustituido a la realidad (llegando a ser, en ocasiones, más real que la realidad).
Con esta premisa de lo virtual sobre lo real se asienta la original puesta en escena, con atmosféricas ilustraciones del joven Naiel Ibarrola que marcan el ritmo de la narración a la vez que contribuyen a crear el clima emocional de los personajes al proyectarse en los cubículos/pantalla que constituyen la base de la sencilla a la par que eficaz y elegante escenografía del pintor, escultor y escenógrafo José Ibarrola, cuya sobria versatilidad para crear los espacios vitales de cada personaje y servir de instrumento al desarrollo de la historia le valió el reconocimiento a la Mejor Labor Teatral en los últimos y prestigiosos Premios Ercilla, que reconocen lo mejor del teatro que se ha visto en el País Vasco. Por cierto, esta misma obra fue premiada como la Mejor Producción Vasca.
Avales suficientes para ver esta obra realizada con evidente esfuerzo e ilusión que no sólo depara un entretenimiento divertido e inteligente, sino una reflexión sobre las relaciones en este tiempo nuestro tan raro desde el principio de los tiempos (que quizá sólo fue el fin). 

viernes, 11 de mayo de 2012

UN LUGAR DONDE QUEDARSE (La magia del desconcierto)



Título original: This must be the place. 
Dirección: Paolo Sorrentino
Año: 2011. 
Duración: 118 min. 
Interpretación: Sean Penn (Cheyenne), Frances McDormand (Jane), Eve Hewson (Mary), Judd Hirsch (Mordecai), Kerry Condon (Rachel), Harry Dean Stanton (Robert Plath), Joyce Van Patten (Dorothy Shore), David Byrne (él mismo), Olwen Fouéré (madre de Mary), Shea Whigham (Ernie Ray). 
Guion: Paolo Sorrentino y Umberto Contarello; basado en un argumento de Paolo Sorrentino. 
Música: David Byrne, con letras de Will Oldham. 


Sinopsis:Cheyenne es un judío cincuentón, antigua estrella del rock, que sigue la estética gótica y lleva una vida aburrida de prejubilado en Dublín. La muerte de su padre, con el que hacía tiempo que no se trataba, le lleva de vuelta a Nueva York, donde, a través de la lectura de algunos diarios, reconstruye la vida de su padre en los últimos treinta años, en los que se dedicó a buscar obsesivamente a un criminal nazi que se había refugiado en Estados Unidos. Con una inexorable lentitud y sin capacitación alguna como investigador, Cheyenne, contra toda lógica, decide continuar la tarea de su padre y emprende la búsqueda del nonagenario alemán a través de Estados Unidos.

  Es difícil criticar una película inclasificable como es ésta última de Paolo Sorrentino, director italiano internacionalmente en alza tras el éxito de su última "Il Divo". Es una de esas películas cuya mejor adjetivo es "desconcertante", incómoda sensación que, sin embargo, resulta a veces necesaria hasta preferible: es sin duda mejor que sentir indiferencia y apatía. El problema es que si se tensa mucho el desconcierto se cae en esas mismas sensaciones que se pretende esquivar. 

  Esta cinta juega constantemente sobre el difícil equilibrio entre lo desconcertante, la indiferencia y el ridículo, pero también, con lo bello y trascendente. Lograr esto no es fácil, está reservado a unos pocos. Así le ocurre a Sorrentino y así le ocurre a Sean Penn, con el que es sin duda uno de los papeles más imposibles y estrafalarios que se han visto en mucho tiempo. El milagro es que Cheyenne, conforme avanza el metraje, se va volviendo, no sólo extrañamente entrañable a ojos del espectador, sino creíble, en un alarde actoral de Sean Penn, pretendidamente inverosímil y ridículamente patético dentro de una trama igualmente inverosímil.  Es algo que no nos creemos ni nosotros, viéndolo con ese look de gótico desfasado que recuerda (demasiado, para ser una coincidencia) a Robert Smith de "The Cure". Pero no sólo es él: los personajes secundarios también son estrafalarios e increíbles, pero están interpretados tan solventemente por un elenco de actores envidiable (Frances McDormand, Harry Dean Stanton...)que nos resultan dolorosamente humanos en su rareza, dispuestos a hablar de la vida al menor imprevisto en un bar de carretera para luego irse a los temas más ordinarios e intrascendentes y bizarros.

  Esta incómoda sensación de desconcierto, de no saber qué se nos pretende contar, de falta de claridad en su desarrollo y sus objetivos persiste durante toda la película pero, conforme su trama se asienta y se configura como una "road movie" delicadamente surrealista con ecos de David Lynch va ganando fuerza y atención del espectador, gracias a una imaginativa y personal dirección y a una preciosa fotografía. Mención especial merece la  magnífica banda sonora (premio David de Donatello a la mejor Banda sonora, además de mejor guión y fotografía), obra de David Byrne, líder de "Talking Heads" que actúa en el film y se marca una gozosa interpretación en directo del tema que da título a la película "This must be the place", que es casi un videoclip del mismo. 

  Uno sale del cine y no sabe decir si la película le ha gustado o todo lo contrario, si le ha parecido una trascendental obra de arte o una tomadura de pelo pretenciosa. Quizá sea ambas cosas. Lo cierto es que en uno u otro caso, deja un poso extraño en el espectador, una sensación de desconcierto, tan incómoda y humana.




jueves, 10 de mayo de 2012

STARBUCK (El gran masturbador)


Dirección: Ken Scott
Año: 2011.
Duración: 103 min. 
Interpretación: Patrick Huard (David/Starbuck), Julie LeBreton (Valérie), Antoine Bertrand, Dominic Philie, Marc Bélanger, Igor Ovadis. 
Guion: Ken Scott y Martin Petit. 


Sinopsis: Fruto de sus donaciones de esperma veinte años atrás, David Wosniak descubre que es padre biológico de 533 hijos y de ellos, 142 se han puesto de acuerdo y quieren conocerle. Para ello han emprendido acciones legales encaminadas a que se desvele la identidad del hombre al que sólo conocen por su seudónimo: “Starbuck”.

  Antes de que empiecen a calificar de imposible e inverosímil el argumento de esta película (¡533 hijos!), quisiera saber si conocen el caso de ese hombre que dona su semen a través de su propia web y que, de seguir así, podría ir a la cárcel. O aquella otra noticia sobre el director de una clínica de fertilidad que inseminó con su propio esperma a a muchas de sus clientas y podría ser el padre de 600 hijos. Son tan sólo dos noticias que se suman a tantas otras del mismo cariz y que hacen plantearse los controles que este tipo de clínicas emplea con sus donantes. No pretende el director decir que esto sea lo común, pero tampoco nos presenta su historia como algo descabellado. La realidad supera a la ficción, ya se sabe.

Lo interesante de esta agradable película canadiense que se ve con sumo gusto, es su reflexión sobre la paternidad en estos tiempos en que los hombres pueden ver reducida su responsabilidad procreadora a una masturbación. La ciencia y los nuevos tiempos ponen a la Humanidad en nuevas tesituras que no dejan de ser las mismas e intemporales cuitas de siempre: las relaciones paterno-filiales, la responsabilidad para con los hijos, etc. En esta misma línea podría inscribirse la reciente “Los chicos están bien”, por ejemplo. Claro que la peculiaridad de esta cinta que nos ocupa es el ingente número de hijos y cómo el personaje principal, un transportista con síndrome de Peter Pan, lidia con semejante progenie.

El protagonista, interpretado con un medido equilibrio entre la comicidad y el drama por Patrick Huard (Premio al Mejor Actor en la pasada Seminci), descubre el sentido de su vida en una paternidad que siempre ha evitado por cuanto tiene de responsabilidad. Se dedica a espiar a algunos de sus hijos y es ahí donde la película se vuelve coral, si bien deja muchas de estas historias deslavazadas y desdibuja a algunos de sus personajes, que han creado una asociación idílica en la que el protagonista se integra tras una identidad falsa. Se puede achacar tanto a esta asociación, como a los personajes y a sus relaciones de cierto idealismo, de cierta inverosimilitud en todo ese buenismo que destilan (esta vez sí) pero la cinta nunca esconde su pretensión de ser, por encima de todo, una comedia amable que entre sus logrados chistes (no todos bienintencionados) encierra algunos toques dramáticos bien encajados.  

La conclusión podría ser que la paternidad es siempre difícil (ya se tengan uno, dos o quinientos hijos) pero también puede ser una de las más maravillosas responsabilidades que la vida nos depare.



domingo, 6 de mayo de 2012

Yo me acuerdo de esa escena de... Somewhere (Sofia Coppola, 2010)

         Esto es una prueba de paciencia. A ver cuántos son capaces de aguantar toda la escena sin adelantarla. Y a ver cuántos son capaces de, una vez llegado el final de la escena no pensar "¿Y esto qué es?".          
       
  Se podrían haber escogido otras muchas escenas, como ese larguísimo y comentado "zoom in" de Stephen Dorff respirando trabajosamente, su cara aplastada bajo una cantidad ingente de maquillaje plástico para hacerle una máscara; la tierna y cándida fiesta del té en bajo el agua bajo los acordes de una pausada versión de "I'll try anything once" de The Strokes o una grácil y luminosa Elle Fanning haciendo patinaje artístico bajo la atenta mirada de su padre al ritmo de "Cool" de Gwen Stefani, donde la canción nuevamente nos cuenta lo que no se dicen los personajes, entre otras. 

  Pero he elegido la escena que precede a los títulos iniciales y donde la música no suena sino hasta el final con las primeras notas de "Love like a sunset" de Phoenix, responsable de buena parte de la banda sonora (el líder de la banda, Tomas Mars, es su marido; son tan indies que da miedo). Si la escena inicial de una película debe resumir ésta, desde luego esta escena es ejemplar en eso. La película trata, con parsimonioso ritmo del vacío existencial de una estrella del cine en decadencia y cómo redescubre el sentido de la vida junto a su hija, a la que nunca ha cuidado mucho. Éste es el argumento de la película, no hay más, y la frase podría ser mucho más corta. El mérito es hacer una película, y que además sea buena, basada en la nada. 

  Y lo consigue, y esta escena da fe de ello. Se le achacó mucho esta falta de argumento a la película, así como escenas que no llevan a ninguna parte, pero la historia (la no historia, más bien) lo requiere: qué hace una persona que siente que no tiene vida, vacía, que siente que su vida no tiene valor. Nada, esa persona no hace nada. Se dedica a dar vueltas y vueltas y más vueltas con un lujoso coche deportivo que no le lleva a ninguna parte, porque no sabe a dónde va. Una metáfora perfecta de la película y del alma del personaje(un sorprendente y maduro Stephen Dorff). 

  Claro que lo que sigue, es más o menos igual, una suerte de película iraní bajo el prisma occidental y post-pop de una pija con talento, y que para eso, dirán algunos, mejor haber dejado esa escena como un corto en lugar de dos soporíferas horas, que para ver a gente no hacer nada, me veo Gran Hermano. 

  A mí me gustó, pero yo soy lento y tengo mucha paciencia.

 

viernes, 4 de mayo de 2012

Yo me acuerdo de esa escena de... Misterioso asesinato en Manhattan (Woody Allen,1993)


  Antológica escena de una de las mejores películas del Woody Allen maduro, antes de que la hiperactividad le llevara a hacer anuncios turísticos de calidad, a veces con más acierto, encanto y enjundia (Medianoche en París, y eso sólo para los enamorados de esa ciudad como yo) o topicazos cercanos a la vergüenza ajena (Vicky Cristina Barcelona). En el caso de este último, gustó mucho fuera de España mientras aquí nos veíamos reducidos al tópico. Conocí a muchos italianos a los que les gustó y no entendían mis críticas por sus uso de los personajes estereotipados (que siendo tan genial guionista como Allen, es una cosa triste de reconocer). Parece que con su próxima "A Roma con amor", los italianos entenderán la reacción de los españoles cuando Woody decidió pasearse por España. Eso sí, nos la veremos, vamos que si la veremos; como nos hemos visto todas las de este hombre. Aunque repita los mismos esquemas y los mismos personajes burgueses que, hastiados de su vida acomodada, se dan a la infidelidad o a la simple paja mental o, como en este caso, a la resolución de un asesinato. 

  Porque siempre esperamos que repita escenas geniales como esta que aquí traemos. Puro Allen explotando hasta el extremo su faceta más cómica e histriónica en ese personaje que se parece tanto a él mismo, y con esa pareja que lo fue en la vida real y que se llama Diane Keaton. Contiene además, una de sus frases más geniales.

  Disfruten. Las risas están aseguradas. 


miércoles, 2 de mayo de 2012

SAFE (Partiendo la pana)



Dirección y guion: Boaz Yakin
Año: 2011.
Interpretación: Jason Statham (Luke Wright), Catherine Chan (Mei), Robert John Burke (capitán Wolf), Chris Sarandon (alcalde Tramello), James Hong (Han), Reggie Lee (Yao), Anson Mount (Alex).

  Sinopsis: Un agente que rescata a una niña superdotada capaz de retener gran cantidad de claves numéricas de los secuestradores que la retienen y se encuentra en medio de un enfrentamiento entre las Tríadas, la mafia rusa, los políticos corruptos de la ciudad de Nueva York y la policía. Todos ellos quieren saber a toda costa el número de seguridad de una caja fuerte que la niña guarda en su cabeza.

  Seamos breves, que la película no merece más. Cine palomitero para amantes del género de explosiones a tutiplén, persecuciones imposibles y tiros y más tiros en un bar, que diría Estopa

  Se adscribe a la consabida  fórmula del  "tipo duro que protege a niña con la que acaba estableciendo una relación paterno-filial que le reconcilia con la vida", en un burdo intento por imitar a la gran "Léon. El profesional", pero con mucho menos talento, garra y orginalidad. Y sin Gary Oldman, Jean Reno ni Natalie Portman. La niña china protagonista da un poco de tirria, para qué negarlo. (La Portman también daba un poco, pero, como dice  mi amiga The Lost Dreamer, "lo de Natalie Portman en esa película es preocupante: hace que encuentres sexy a una niña".) La niña china sólo provoca tirria, repetimos. Jason Statham hace bien su papel, de lo mismo que hace siempre, pero lo hace bien. (Empezamos a pensar que no se lee los guiones, como hacía John Wayne con las películas de vaqueros.) Él solito puede con todos, of course.

  La gran línea de diálogo del film:
  
  -Un tipo: Tienes unas pelotas muy grandes viniendo aquí a robarme. (O algo así, los diálogos no son lo importante en la película.)
   -Jason (aka El Nuevo Terminator): No sé ni cómo puedo caminar. (Sic.)

  El cartel mola. 

  Será un taquillazo (también of course.)

  Y acabo ya que esta crítica me está llevando más tiempo que lo que llevó al director escribir el guión.