sábado, 27 de septiembre de 2014

A Estela Ortiz Sánchez


Querida Estela:

Te escribo aunque sé que no me leerás y que lo hago más por mí que por ti. Si te escribo es porque no sé hacer otra cosa, y también porque es algo que siempre nos ha unido, desde que ganábamos ex aequo los concursos de redacciones del colegio, por no hablar de las infames obras de teatro que escribimos y representamos en esos años escolares. 
No recuerdo cuándo ni dónde ni cómo nos conocimos, nuestra amistad se remonta a antes de que tuviéramos memoria. No recuerdo mi vida sin ti. De un modo u otro tú siempre estabas ahí. Cuando me sucedía algo, tú eras la primera en enterarte. Y después Esther. De hecho, estoy convencido de que yo quería que me pasaran cosas sólo para poder contártelas.
Tú fuiste la primera a la que vi cuando regresé de mi Erasmus. Quedamos el 14 de julio de 2009, en la estación de metro de Oporto y mientras, como tantas veces, paseábamos por la calle de la Oca, yo te conté que me había enamorado y tú, como si no tuviera importancia, que te habían diagnosticado cáncer. No sé cómo, llevados sin duda por ese talento que tenías para aliviar y empequeñecer los dramas, con esa dignidad contundente y natural que ni siquiera la enfermedad te logró arrebatar, acabamos hablando entre risas de todo menos del cáncer, mientras comíamos un helado en el McDonald’s que hay justo frente a este hospital donde hoy estamos, apenas cinco años después.
A penas. Que tu enfermedad y muerte son algo injusto y cruel es una obviedad. La vida también se equivoca, y nunca le perdonaré que te haya hecho esto y de este modo; pero siempre le estaré agradecido por haberme permitido conocerte.
Tú eres mucho más que tu muerte, Estela. Tu solo recuerdo da sentido a esta vida desatenta. De un modo u otro, tú siempre estarás ahí. Y nuestras vidas nunca estarán vacías porque exististe tú, y nuestro futuro siempre estará marcado por las estelas de tu luz.



Duerme, vuela, reposa: Estela. 




(4 de Febrero de 1987 - 25 de Septiembre de 2014)

5 comentarios:

  1. Dios, Alejandro!!!! Muy tarde pero acabo de leerlo ahora mismo. Cuánto sentimiento!!!! Me encanta. Sabes? Mi madre falleció el mismo día que ella...hay que tocarse las narices!!! Un abrazo grande, Alejandro.

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  3. Mi madre murió de cáncer casi al mismo tiempo y lo único decente que le pude decir cuando ya no me oía es que yo soy, porque tu has sido.

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  4. Mi madre murió de cáncer tres meses después que ella. Creo que lo que le dijiste no es en absoluto simple, sino una verdad preciosa que seguro que resonó en ella aunque no te oyera. Un abrazo.

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  5. Siempre escribes precioso, y está presente tanto sentimiento.

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